Esto no va con Cupido, el dios del amor de la mitología griega, con su arco siempre dispuesto y su aljaba llena de flechas del amor, ni con la nostalgia de aquella canción del mismo título que tan popular hizo Karina hace más de tres décadas. Dejemos que un maestro, Herbert Wendt, nos lo explique
El hecho de que un caracol común sea bisexual no puede notarse al observar su juego amoroso, por lo menos cuando uno concentra la atención solamente en uno de los dos individuos. Al contrario, el caracol actúa como un superhombre, como la encarnación de la masculinidad. Su pene es un enorme tubo de fecundación. Sus requerimientos son más tormentosos y apasionados que los de cualquier Casanova humano. Además, es evidente que el animal tiene tendencia al sadismo, ya que, después de una loca danza erótica, en la que los dos participantes están erguidos, se balancean de un lado a otro e incluso cambian sonoros besos, el caracol, sumamente excitado, dispara de pronto, de una especie de aljaba, un puñal de espato caliza y lo clava en el cuerpo de la amada. Otras especies disparan flechas calizas hacia las víctimas de su amor, flechas que no van a parar precisamente al orificio sexual, sino que van a herir solamente una parte cualquiera del cuerpo de compañero.
El caracol herido se contrae convulsivamente, con un movimiento causado evidentemente por el dolor, y podría creerse que después de esto habría de producirse un verdadero crimen pasional. Esta suposición no es del todo descabellada, ya que los puñales y las flechas amorosas del caracol común traspasan en algunos casos los pulmones y la pared de la cavidad del vientre del compañero, con lo cual éste resulta mortalmente herido.
Sin embargo, hasta ahora sólo hemos descrito a uno de los dos individuos. Pero es que el otro se comporta exactamente de la misma manera en el acto erótico. También él está sumamente excitado y su excitación sube aún de punto cuando recibe en su cuerpo la flecha del amor. El que hasta entonces era masoquista se vuelve al mismo tiempo sádico. También él dispara su puñal erótico o su flecha de amor contra el cuerpo de su compañero. También él saca un enorme tubo de fecundación. Y después de muchos esfuerzos y contorsiones del cuerpo, cada uno de los dos caracoles introduce su pene en el orificio sexual del otro.
Estas son las flechas del amor que vamos a tratar. Más de siglo y medio llevan discutiendo los malacólogos (expertos en moluscos) la razón de este extraordinario, para nosotros no para los caracoles, comportamiento sexual. Son hermafroditas, y como narra Wendt, en el momento de la cópula actúan simultáneamente como los dos sexos. El dardo tiene, en el caracol común Helix aspersa (ahora conocido para la ciencia como Cantareus aspersus), alrededor de un centímetro de longitud, con perfil de punta de flecha y cuatro rebordes afilados, se compone sobre todo de carbonato cálcico cristalizado como aragonito y, en el momento de ser clavado en la pareja, está recubierto de un moco producido por una glándula llamada digitiforme. Una vez disparado, se sintetiza otro para una nueva cópula en unos cinco a siete días, aunque también pueden copular antes sin utilizar un dardo.
El dardo no se lanza como una flecha, más bien se clava a través del tegumento y no existe un sitio determinado y concreto para hacerlo. Nueve de cada diez veces queda en el interior del cuerpo de la pareja, en algunos casos produciendo heridas graves y, a menudo, acaba integrándose en algún órgano; se ha llegado a encontrar en el interior de cerebro. Incluso hay algunas especies que se comportan con verdadera saña en el uso del dardo: el caracol del Japón Euhadra subnimbosa clava el dardo en la pareja más de tres mil veces durante los más o menos veinte minutos de juego amoroso que precede a la cópula.
¿Y qué función tiene el dardo en esta compleja ceremonia de apareamiento? En un principio se pensó que era una señal de madurez sexual y anunciar, por tanto, que quien tiene dardo es una buena pareja reproductora, pero ya hemos visto que hay cópulas completas sin dardo. Después se propuso que el dardo era una especie de regalo de calcio que ayudaría a completar la cubierta calcárea de los huevos. Pero cuando se analizó el contenido en calcio de los dardos se llegó a la conclusión de que aquello daba, como mucho, para un huevo cuando la puesta suele ser de cincuenta a sesenta. Finalmente se sugirió si el dardo no sería más bien una especie de jeringuilla que se utilizaría para inyectar alguna sustancia en el cuerpo de la pareja. Quizá esa sustancia sería el moco que recubre el dardo, producido por la glándula digitiforme.
Aclarar esto requiere una explicación previa: los caracoles tienen varias cópulas y, en cada una de ellas, a través de un conducto, los espermatozoides llegan a la llamada espermateca de la que, más adelante, saldrán hacia los óvulos. Si el transporte a la espermateca no se hace con rapidez, los espermatozoides acaban en otra cavidad llamada bursa copulatrix donde son digeridos y destruidos.
Se ha aislado el moco que recubre el dardo y se ha demostrado que provoca contracciones rítmicas en la espermateca que ayudan al transporte de los espermatozoides a lugar seguro. Los caracoles tienen varias cópulas con diferentes parejas; los que no claven el dardo no activarán el paso de los espermatozoides a la espermateca y serán destruidos. Es decir, con un buen disparo, paternidad segura. Y si no hay dardo, tus genes no pasarán a la descendencia; será un fracaso evolutivo. Es, por tanto, una elaborada técnica sexual para conseguir el mayor éxito reproductor posible.
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*Davison, A., C.M. Wade, P.B. Mordan & S. Chiba. 2005. Sex and darts in slugs and snails (Mollusca: Gastropoda: Stylommatophora). Journal of Zoology 267: 329-338.
*Schulthuizen, M. 2005. The darting game in snails and slugs. Trends in Ecology and Evolution 20: 581-584.
*Wendt, H. 1964. La vida amorosa en el mundo animal. Ed. Noguer. Barcelona. 429 pp.