Para saber si una persona está expuesta a una sustancia peligrosa, el método más directo es comprobar si esa sustancia se acumula en su organismo y en qué cantidad lo hace. Se puede medir su concentración en la orina, la sangre, el aliento, las uñas, el pelo, los dientes, la saliva, las heces, el sudor,… En la mayoría de los casos se buscan análisis no invasivos y que provoquen la menor molestia posible. Además, la concentración hallada debe guardar relación con la dosis de contaminante o el tiempo de exposición o ambos a que ha sido expuesto al individuo. Sólo la orina y el aliento cumplen estas condiciones. Hay que añadir la cera de los oidos, tal como han demostrado U. Krishnan y S.S. Que Hee, de la Universidad de California en Los Angeles. Han medido en la cera de los oidos la concentración de metales pesados como el cadmio, el cromo o el plomo, y han demostrado su relación con la dosis.
También es interesante conocer cuánta sustancia contaminante absorbemos de toda la disponible en el medio. Por ejemplo, en el caso de la contaminación del suelo, los niños se llevan tierra a la boca en sus juegos, comportamiento muy habitual, y con la tierra también las sustancias contaminantes si existen en el entorno. Pero, ¿cuánta tierra comen? Es importante conocerlo pues, a partir de una concentración dada de contaminante en el suelo, podemos conocer cuánto ingiere el niño de las partículas del suelo que se adhieren a sus manos y luego lleva a la boca. Para aclarar esta incógnita, Naomichi Yamamoto y su grupo, de la Universidad de Tokio, pesaron la tierra adherida a la mano de voluntarios. La media fue de 26,2 miligramos de tierra por mano, con un máximo que llegó a los 162,5 miligramos. Midiendo el tamaño de las partículas, Yamamoto y sus colegas encontraron que las más finas se adhieren mejor que las gruesas y, en relación con las sustancias contaminantes, en las partículas más finas es donde se detecta la mayor concentración.
Sin embargo, una vez demostrada la concentración en el entorno, hay que tomar decisiones al respecto, y se debe tener en cuenta que los hombres adoptan decisiones que implican riesgos ambientales con mayor frecuencia que las mujeres. Margo Wilson y sus colaboradores, de la Universidad McMaster, de Hamilton, en Canadá, han encontrado que los hombres adoptarían en una proporción doble que las mujeres, y si lo consideran necesario, una estrategia que provocaría una futura degradación del suelo.
*Krishnan, U. & S.S. Que Hee. 1992. Ear wax: A new biological monitoring medium for metals? Bulletin of Environmental Contamination and Toxicology 48: 481-486.
*Wilson, M., M. Daly, S. Gordon & A. Pratt. 1996. Sex differences in valuations of the environment? Population and Environment: A Journal of Interdisciplinary Studies 18: 143-159.
*Yamamoto, N., Y. Takahashi, J. Yoshinaga, A. Tanaka & Y. Shibata. 2006. Size distributions of soil particles adhered to children’s hands. Archives of Environmental Contamination and Toxicology 51: 157-163.