El asco es una emoción humana muy poderosa que, según nos cuentan Val Curtis y su grupo, de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, ha sido muy poco estudiado por los científicos. Nos dan asco muchas cosas: heces, vómitos, sudor, salivazos, sangre, pus, fluídos sexuales, heridas, cadáveres, restos de uñas cortadas, carne podrida, moco, gusanos, sabandijas, ratas, gente enferma, y mucho más. El asco es universal en las sociedades humanas y se reconoce fácilmente por la expresión del rostro. Provoca caídas en la presión sanguínea, desmayos, náuseas, rechazo, apartar el objeto asqueroso y gritos como ¡¡Eugh!! (sic, en inglés tal como aparece en el artículo de Val Curtis y sus colegas). Incluso se ha localizado la zona del cerebro que se activa para percibir las expresiones faciales de asco. En este trabajo, los autores prepararon una encuesta con imágenes más y menos asquerosas y la colgaron en internet. Respondieron más de 40000 personas. La conclusión más interesante revela que dan más asco las imágenes que implican la el riesgo de contraer alguna enfermedad por encima de otras similares pero con poco peligro para la salud. El mismo patrón de respuesta se obtiene en lugares de todo el mundo. Las mujeres son más sensibles que los hombres; la sensibilidad al asco disminuye con la edad; y los fluídos corporales de los extraños dan más asco que los de personas más cercanas. En resumen, y desde el punto de vista evolutivo, el asco puede ser una respuesta hacia objetos del entorno que suponen un riesgo infeccioso para la salud.
*Curtis, V., R. Aunger & T. Rabie. 2004. Evidence that disgust evolved to protect from risk of disease. Proceedings of the Royal Society London B 271: S131-S133.
*Curtis, V. & A. Biran. 2001. Dirt, disgust, and disease: Is hygiene in our genes?. Perspectives in Biology and Medicine 44: 17-31.