Hay personas que mascan chicle porque creen que mejora aspectos de sus funciones mentales, entre ellas la concentración en la labor que realizan. En 2002, Lucy Wilkinson y su grupo, de la Universidad de Northumbria, en Newcastle, llevaron a cabo un estudio con la intención de verificar esta creencia. Participaron setenta y cinco adultos sanos, con una edad media de 24.6 años, que se asignaron al azar a tres grupos de veinticinco: el primero masticó un chicle sin azúcar (Wrigley’s Extra Spearmint); el segundo simuló los movimientos masticatorios, pero sin chicle para mascar; y el tercer grupo ni recibió chicle ni simuló la masticación. Al final del experimento, se hizo un seguimiento de la memoria a corto y a largo plazo y de la atención de los voluntarios.
Entre los resultados, destaca una mejora sustancial en el recuerdo de palabras, tanto a corto como a largo plazo, en la memoria espacial y en la memoria relacionada con los números, en los sujetos que mastican, comparado con los que no lo hacen. En resumen, el hecho de mascar chicle mejora la memoria episódica y de trabajo.
Wilkinson y su grupo midieron simultáneamente la frecuencia cardíaca y encontraron que aumentaba en los individuos que mascaban chicle. Proponen que este aumento de frecuencia lleva más sangre al cerebro y, de esta forma, mejoran las funciones de la memoria que se han mencionado.
*Scholey, A. 2004. Chewing gum and cognitive performance: a case of a functional food with function but no food? Appetite 43: 215-216.
*Wilkinson, L., A. Scholey & K. Wesnes. 2002. Chewing gum selectively improves aspects of memory in healthy volunteers. Appetite 38: 235-236.