La Blanca por Ángel Resa
La primera vez que oí la palabra Chupinazo no se refería al muñeco que transforma Vitoria en un manicomio cada 4 de agosto a media tarde, no. Fue en el recreo del colegio y definía el disparo bestial del típico alumno que reventaba la pelota en aquellos partidos anárquicos y de tácticas abstractas donde los balones volaban en cualquier dirección. Luego ya sí, claro, Chupinazo pasó a formar parte de ese diccionario festivo que aún está por publicar.
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