Tiene un aire heroico la forma que adopta hoy la política española. Numantino. Todo gira en torno a un único objetivo, solo uno. Si hay más mundos, están en ése. Es la solvencia. La solvencia, de la que no solía hablarse, se ha convertido en el fetiche, el santo y seña del que pende nuestro paso por este valle de lágrimas, estando como estamos en una situación intermedia entre la expulsión del paraíso y la llegada a los infiernos.
Por la solvencia nos juzgarán: tal ha debido de ser la conclusión de los genios de la Moncloa, que dirán a la fuerza ahorcan .
Si nos ven con solvencia nos salvaremos. En caso contrario, la condena puede ir para largo y no volverán a invitarnos a refundar otra vez el capitalismo, como hace un año, pese a que nos quedó bordado. Nos lo refundarán y nos refundirán.
Por alguna rareza de la raza, la política española no busca demostrar la solvencia. La defiende, que no es lo mismo. A capa y espada, a discurso puro. Esto es diferente a si Usted o servidor vamos a un banco a pedir un préstamo, que no se conforman con el autobombo, por la mala costumbre de pedirnos pruebas de solvencia, y por si acaso tienes que hacerte un seguro de vida por si palmas antes de devolverles el último céntimo. Te prefieren vivo (les sales más rentable) pero tampoco quieren llorar tu muerte, si se diese el caso.
Por lo que se ve, en política la solvencia no funciona así. No das garantías de consagrar tu vida (y tu muerte) a devolver préstamos. En política la solvencia se defiende. Se hace mostrando confianza, seguridad, repitiendo una y otra vez somos solventes.
Es hoy por hoy la principal ocupación de Zapatero. Todo el rato defiende la solvencia de España. Hay precedentes anteriores, pero dio en monotemático desde enero. Los primeros días del año, apenas comidas las uvas, hubo de defender su solvencia “como presidente de turno de la UE y la de sus propuestas económicas ante las últimas y mordaces críticas”. A fines de mes se fue a la cumbre de Davos a defender “la solvencia de España”. Eso era antes de caer del caballo.
Como no llegaba a convencer – ya en diciembre había defendido que “España es un país de la máxima solvencia” – el 9 de febrero, heroicamente, ponía en valor (sic) “la solvencia y firmeza de España”. Estaría ya harto, porque unos días más tarde la prensa aseguraba que “Zapatero espera que el debate sobre la solvencia y la fortaleza de las cuentas públicas españolas haya quedado superado”. Le falló el optimismo antropológico pues, si bien debate hubo poco, no quedó superado.
El 1º de mayo, pese al carácter de la jornada, se anunciaba una novedad que tenía poco que ver con los obreros y mucho con sus antagonistas según los cánones del socialismo clásico: Zapatero defendía “la solvencia del sistema financiero español”. Como no le creían, unos días después (4 de mayo) “al final de la jornada Rodríguez Zapatero tuvo que comparecer en la capital europea para defender la solvencia de la economía española”. Tampoco sirvió y llegó el “tijeretezo”, pues así ha dado en llamarse esa suerte de plan de estabilización que de momento castiga mayormente a los funcionarios, siempre prestos a darlo todo por el Estado. ¿Cómo se justificó? Todo por la solvencia. “Tenemos la responsabilidad de trasladar hacia fuera una imagen de solvencia”.
¿La salvación es la solvencia, tener una imagen de solvencia, trasladarla fuera? No está claro. Lo importante es el verbo: defender. Con una buena defensa lo demás es relativo. Defendíamos la solvencia antes del ajuste y después, son cosas diferentes pero una misma defensa verdadera.
No habían acabado las tribulaciones de Zapatero (ni las nuestras). Tras girar a apretarnos el cinturón, le ha tocado ya defender “la solvencia de la economía española” en el club Bieldelberg. Unos días después, se fue a las Cortes “a defender la solvencia”. “España es un país solvente. Sólido, fuerte y con crédito internacional”. Por si acaso faltaba éste, inmediatamente hubo de marchar al día siguiente a Bruselas: “Zapatero defiende la solvencia española tras los rumores del rescate europeo”.
Gobernar es hoy defender la solvencia.
Aunque resulta algo contradictorio, pues si la solvencia ha de defenderse heroicamente, algo falla. Es un concepto parecido al de la mujer del César, que no sólo ha de serlo sino también parecerlo.
Redondea la faena la manía de publicar noticias con llamadas de Obama e intervenciones de cualquier líder europeo, que vienen a mostrar su admiración y asombro por lo bien que el Gobierno nos está reajustando. Así que vamos salvados. ¿Se trataba de defender la solvencia? Misión cumplida.
Aunque no sé. Hay muchos países considerados solventes sin que tengan que defender su solvencia. Será que somos más aguerridos.