Los héroes son los batasunólogos que, incansables, dedican sus días a avisar: a) que la izquierda abertzale exigirá a ETA que deje “la violencia”; b) que la izquierda aberzale romperá con ETA si no le hace caso. Son gente de fe a toda prueba. Creen en lo que no se ve. Llevan años encontrando síntomas de que Batasuna se convierte a la democracia. De creerles, el buen Arnaldo y compañía están sufriendo porque ETA se resiste a sus consejos, instrucciones y/o solicitudes. Están cabreados y elaboran sibilinas estrategias con cuyo despliegue los terroristas se van a enterar.
Según sugieren los mentados expertos, no es que vayan a decir que los asesinos han hecho mal en asesinar o que les disgustan las extorsiones, las amenazas, los chantajes o los desmanes. Tampoco dirán “ETA no”, hasta ahí podíamos llegar. Ni pedirán perdón por su complacencia histórica con “la organización” o mostrarán algún amago de arrepentimiento por los daños causados, a las personas y a la vida pública. Nada de eso: ni siquiera a los batasunólogos más cándidos se les ocurriría la hipótesis de que en esta gente influyan los resquemores éticos.
Conforme nos anuncian, lo que nos viene encima son actos públicos de la izquierda abertzale en los que, al tiempo que despotrican contra el Estado español (y el francés, si se tercia), lanzarán a ETA indirectas del tipo: queremos un proceso democrático, un nuevo ciclo, una confrontación democrática, además de un Estado vasco. Y que los vascos puedan decidir “sin violencia”, en lo que tienden a destacar “la violencia que ejerce el Estado”. Con tan precarios elementos, que evitan decir “no al terrorismo”, debemos creer que esta gente rompe con ETA y que “apuesta inequívocamente por vías democráticas”. Es una democracia críptica, expuesta en acertijos y adivinanzas.
Imaginar que una acumulación de declaraciones melifluas ha de interpretarse como una ruptura es mero voluntarismo.
Nos pasaremos semanas y semanas con ejercicios de hermenéutica, viendo novedades profundas, acaso, en el abandono de la tradicional verborrea belicista y en la repetición con otras palabras de sus lugares comunes de siempre.
Una entrega de lo que nos viene la ha constituido el acto de LAB en Pamplona: habrá un “nuevo ciclo político”, retorna la famosa “acumulación de fuerzas” comprensible sólo para especialistas, desean “una confrontación democrática con el Estado vasco” y decisiones futuras de los “ciudadanos vascos” “sin ningún tipo de violencias”. Son los sonsonetes habituales, sin grandes novedades bajo el sol. Menos una. Ahora la “confrontación democrática es una demanda histórica de este pueblo”. Antes, la demanda histórica de este pueblo era el diálogo y la negociación, pero tampoco el cambio es una revolución intelectual. Sí suena estimulante el deseo de que tal confrontación sea “en igualdad de oportunidades”, pero no hay que hacerse ilusiones. No parece referirse a que con la desaparición de ETA y del terror retornaría la igualdad de oportunidades, si los amenazados dejasen de estarlo.
El mayor mérito de los exegetas que ven evoluciones en la batasunía es que creen sin pruebas. Creen porque quieren creer. Prescinden de la posibilidad verosímil de que todo sea una limpieza de fachada para ver si dan el pego y pueden presentarse a las elecciones. No sería la primera vez que nos toman el pelo.
Y hay cuando menos dos problemas serios:
Si quisieran romper con ETA los afamados dirigentes lo dirían claramente, y no lo dicen: una decisión de tal calado no se podría solventar con frases misteriosas en forma de jeroglíficos.
Segundo, está por ver que quienes siguen a Batasuna – los que la votaban, acuden a las manifestaciones y jalean – están más con los dirigentes de la izquierda abertzale que con la organización madre: a lo mejor les gusta que estos dirigentes les dirijan porque creen que los dirigen otros dirigentes. Circunstancia de la que, por otra parte, no hay noticias que les haya molestado nunca.