Muchos la veían como una muerte anunciada, porque Amy Winehouse persistía en su autodestrucción con tozudez suicida, pero ha sucedido lo mismo que en otras ocasiones similares: cuando la noticia se ha producido de verdad, el mundo la ha leído con cierto aire incrédulo, porque en el fondo se daba por hecho que la cantante británica seguiría dando tumbos durante muchos años, malbaratando su talento y sirviendo de carnaza para la prensa amante de los escándalos. Pero no, esta vez la mala vida ha llevado a una mala muerte: la Policía británica ha encontrado su cuerpo en su piso de Camden a las cuatro de esta tarde, así que se han cumplido las funestas profecías de quienes auguraban (¿como broma, quizá?) que Amy iba a ser víctima de la maldición de los 27, que iba a incorporarse al selecto grupo de músicos que han fallecido a esa edad. El 14 de septiembre habría cumplido los 28.
Cuelgo, por segunda vez en poco tiempo, Back To Black. Pero esta vez no va el lamentable vídeo de Belgrado, donde se evidenció su decadencia, sino la versión de estudio, la que ha de quedar para siempre, la que nos recordará lo que fue y lo que podría haber sido.