Musicalmente, Finlandia tiene muchos puntos para ser el país más raro del mundo. Da la impresión de que la mitad de su población se dedica a tocar en algún grupo de metal, a ser posible de las vertientes más oscurillas: Amorphis, Apocalyptica, Children Of Bodom, Finntroll (éstos se visten de trolls y cantan sobre… trolls), H.I.M., Impaled Nazarene, Nightwish, Sonata Arctica, Stratovarius, To Separate The Flesh From The Bones, Waltari… Éstos son los que yo conozco, en cuidadoso orden alfabético, pero la nómina se alarga hasta parecer el censo nacional, y eso sin bajar hasta los abismos más remotos del underground. Lo peor es que los finlandeses que no son heavies les dan a cosas aún más extrañas, como los instrumentales con teclados baratos (no se pierdan, si tienen ocasión, los himnos retrofuturistas de Aavikko) o el folk más desparramado y orate (en esto hay casi tantos como en el metal, con nombres imposibles como Alamaailman Vasarat, Kemialliset Ystävät o Paavaharju). Claro, sólo con una sociedad tan peculiar podía ocurrir que Lordi, este simpático señor de la foto, saliese elegido representante del país en Eurovisión. Lordi lidera el grupo de igual nombre, heredero directo de monster bands como Gwar, y su canción ‘Hard Rock Hallelujah’ batió ayer en la eliminatoria a un tal Tomi Metsäketo, que presentaba el tema en italiano ‘Eternamente María’. No hará falta decirles que, en España, el Metsäbustamante este habría arrasado.
Mi conocimiento de la obra de Lordi se reduce a un par de canciones que mi amigo Necrófero (en el mundo real, Javi) me grabó el año pasado. Son dos mazacotes de metal comercial en la estela de Alice Cooper, pero me gustan bastante, sobre todo ‘Blood Red Sandman’. Vale, no parecen unos tipos muy serios, ni transmiten un mensaje complejo sobre el ser humano y su lugar en el mundo, pero para eso ya están Las Ketchup y su ‘Bloody Mary’.