Ayer ocurrió una de esas pequeñas maravillas que, pese a los años que llevamos con internet, me siguen asombrando: nos hemos acostumbrado a tener acceso inmediato a casi todo el conocimiento acumulado durante la historia, pero a veces esa disponibilidad tiene una relevancia personal que le da una nueva dimensión. Todo empezó por una conversación sobre refranes con un compañero de trabajo, Julián Méndez: me contó que su abuela sabía muchos, y también romances y canciones aprendidas de sus mayores, hasta tal punto que –según se ha contado siempre en la familia– la grabaron en alguna ocasión. Así que… la googleamos, por supuesto: Cándida Parra, de Arroyo de la Luz (Cáceres), junto a palabras como music o songs, que parecían relevantes si es que aquellos antiguos registros se conservaban en algún archivo etnográfico.
Cinco minutos después, escuchábamos a la abuela Cándida cantando La tonadita llana en octubre de 1952, acompañada a las voces y el pandero por Primitiva, Balbina y Marcelina. Resulta que a Cándida no la grabó cualquier estudioso de fin de semana, sino el estadounidense Alan Lomax, una figura colosal de la etnomusicología, que además de preservar para la posteridad cantos de los negros americanos hizo expediciones a Gran Bretaña, Irlanda, el Caribe, Italia y… España, incluido Arroyo de la Luz. Es el señor de la derecha en la foto de abajo, donde aparece charlando con un aragonés, también en 1952. Sus grabaciones no han estado disponibles en la red hasta hace dos o tres meses, así que en diciembre no habríamos encontrado nada, pero ahora mismo tienen ahí un buen puñado de canciones de Cándida y sus paisanas.
Una vez enterados de la conexión con Lomax, pudimos comprobar que sus canciones extremeñas, incluidas las de la abuela Cándida, están editadas en cedé. Ya está comprado en Amazon. ¿Cómo habríamos avanzado en estas pesquisas antes de internet? Y, de llegar a alguna conclusión, ¿cuánto habríamos tardado?