El nuevo disco de Iggy Pop es una cosa rompedora de verdad. A lo mejor, al leer esta frase, alguien se imagina un artefacto de ruidismo ensordecedor, brutal y asesino, pero eso no resultaría tan sorprendente: al fin y al cabo, vendría a ser una puesta al día de los presupuestos con los que empezó hace cuarenta y tantos años la carrera de este señor. Lo que ha hecho Iggy en Après es reconvertirse en crooner afrancesado, con un disco de apacibles versiones de clásicos en el que aparecen referencias tan inesperadas como Harry Nilsson, Edith Piaf, Georges Brassens, Henri Salvador, Cole Porter o Frank Sinatra, además de los Beatles y Yoko Ono, que a lo mejor encajan mejor con nuestra idea de Iggy. En realidad, el álbum se puede ver como continuación de aquel Preliminaires que editó en 2009, inspirado en la obra del escritor Michel Houellebecq.
A mí la cosa no me parece tan desastrosa como podría temerse. De hecho, la primera canción me ha gustado mucho, a lo mejor porque (sabrán disculparme) no la conocía: se trata de Et si tu n’existais pas, de Joe Dassin, un estadounidense afincado en Francia que tuvo bastante éxito en los 70. Pero a la discográfica de Iggy, Virgin/EMI, no le ha hecho ninguna gracia la deriva estilística del abuelo del punk: simplemente ha rechazado el álbum, de modo que ahí tienen al bueno de Iggy, con sus 65 recién cumplidos, lanzado a la autoedición a través de comercios digitales. «Me echan de todos los sellos –dijo ayer en París durante la presentación del disco, a la que corresponde la foto de arriba, de François Guillot para AFP–. ¿Qué ha hecho por mí ninguna compañía discográfica, aparte de humillarme y atormentarme y hundirme?». Cómo se pone, y eso que canta La vie en rose.
Aquí tienen Et si tu n’existais pas en versión Pop.