Me he sorprendido esta mañana leyendo algunos medios y escuchando la radio por esa versión del partido ante el Levante en que se da por bueno el empate. Puedo comprender lo que hay detrás. Que el Athletic no está para grandes hazañas futbolísticas y que el Levante dispuso de ocasiones que pudieron decantar el partido a su favor. Pero, ¿de verdad cree alguien que el Athletic está para dar por bueno un empate ante el Levante? ¿ante un rival directo? En alguna parte he leído esta semana que, de perder la Real ayer (como finalmente sucedió), estaría obligada a “hacer números de Chamions” para seguir en Primera. No sé muy bien como se saca esa cuenta (si alguien lo sabe, estaré encantado de que me lo explique). Lo que resulta evidente es que ambos equipos vascos están obligados a una segunda vuelta notable y que el Athletic sólo tiene seis puntos más que la Real. El derbi de la semana que viene es uno de los más trascendentales que hemos jugado últimamente. Está en el aire mucho más que ese orgullo ancestral que atesoran los que ganan a sus vecinos. Es un billete a la tranquilidad o la crisis. Así de fácil.

Mané ha conseguido devolverle su juego al Athletic, incluso reinventarlo de alguna manera. Ayer, tras una primera parte pésima, pudimos ganar si Sarriegi o Aduriz marcan alguna de sus dos clarísimas ocasiones o si el árbitro señala el penalti de libro que cometió Courtois sobre Javi Martínez. Pero al Athletic en esta suerte de duelos al amanecer en que se han convertido los encuentros frente a Levante, Real y Betis, hay que exigirle algo más que media hora de juego y la posibilidad de ganar. Hay que pedirle que saque la cabeza del charco ahora. Empezamos a estar hartos de la obligación de hacer proezas a final de temporada.