A falta de hora y media para el comienzo del derbi vasco en Anoeta, en el Bar Donosti de la capital guipuzcoana lo tienen claro. “La Real se va a Segunda. Las matemáticas no fallan”, aseguran. El pronóstico es unánime, idéntico al que puede recabarse intercambiando tres frases con cualquiera en la parte vieja. Lo hemos podido comprobar este fin de semana en San Sebastián. La afición realista, ya antes de perder el derbi, estaba desalentada y cabizbaja. Esa certeza sobre el oscuro futuro de los blanquiazules nunca ha existido en Bilbao. Sí preocupación, sí pesimismo. Pero no esa desesperanza fría y consciente. Por ese ánimo y también por las gélidas temperaturas, quedó algo deslucido el ambiente del derbi, ese partido en que no resulta fácil saber donde empieza y acaba el fútbol.
En lo deportivo, un magnífico Iraola y las decisivas actuaciones de los porteros decidieron el derbi más importante de los últimos años. El de Usurbil enlazó tres voleas (las dos últimas en la misma jugada) que valieron dos goles y hundieron a la Real. El primer tanto vino tras un error en el despeje de Bravo, que dejó un balón de oro en su propia área, sin que reaccionara, además, defensa alguno. Tras el gol, el Athletic se replegó y la Real gozó de dos grandes ocasiones. Una, aquella en la que Yeste rompió el fuera de juego (qué miedo me da ese modo de defender) y dejó a Aranzubia sólo con tres atacantes y que el meta supo solventar. Otra, el penalti por mano de Sarriegi, que el guardameta riojano -qué tarde, maestro- detuvo con tanto acierto.
Tras el descanso, la Real cuajó una de esas segundas partes que siembran el desánimo en su afición. No supo a qué jugar y acabó desorganizándose. El Athletic mejoró sin llegar a mostrarse tan seguro como en los primeros compases del partido y solventó el partido con el segundo gol de Iraola. “Es guipuzcoano” era una de las pocas migajas que los blanquiazules pudieron llevarse a la boca tras el final. Buena parte de los asistentes a Anoeta por los locales, abandonaron el estadio en los minutos finales. Alguno bromeaba: “Ya sólo os falta sacar a Zubiaure”. El Athletic es un club señor y no lo hizo. Aunque nadie libró al de Mendaro de la pitada cuando salió a calentar por unas molestias de Unai Expósito. Queda para la estadística la meritoria vuelta al equipo de Javi González. Fin del entuerto y de una sonrojante situación. Me alegro.
A última hora, entrada la noche, como siempre, la despedida y el regreso. Esa caravana rojiblanca que ayer volvía a Bilbao por la A-8 entre cansada y orgullosa.