Athletic y Villarreal firmaron ayer un partido loco. Abierto como un melón durante la primera mitad y buena parte de la segunda, pero sin que ninguno de los dos hiciera un serio ademán de hincarle el diente. No tiene mérito decirlo ahora pero tenía esta semana malas sensaciones. El hecho de que el Athletic hubiera recuperado la confianza y el Villarreal viniera de una mala racha, me resultaba -paradójicamente- preocupante.

No entendí esta vez a Mané. Sin ánimo de meterme a entrenador, he de reconocer que me sorprendió que el técnico de Balmaseda ubicara a Javi Martínez en el extremo y a Murillo de pivote. El cambio, quizá motivado por un intento de frenar el poderoso centro del campo del rival, condenó al Athletic a un juego basado en balones largos y a que en los primeros 45 minutos el balón rodara poco por el suelo y se disputara en intercambios de disparatados cabezazos. A Murillo prácticamente no le se le vio, ni en ataque ni en defensa y Javi Martínez creo que se resintió por el cambio de posición.

La defensa no lo hizo mal (Casas y Expósito pusieron su granito de arena al ataque y Amorebieta se entregó), si exceptuamos el regalo en el gol y el flagrante error de Sarriegi, que no supo resolver un ataque de dos rivales cuando era el último defensa y conducía el balón. No había una opción peor. Tirarla a la banda o cederla al portero, cualquier cosa menos intentar sacar el balón jugado y perderlo. Se le sigue viendo nervioso, revolucionado. En esa jugada se lució Aranzubia, que no había estado tan acertado en el gol de Forlán.

Mención aparte merece lo de Teixeira. Qué mal árbitro. Cómo le gusta ser el centro de todas las miradas. Puede convertir cualquier jugada sin interés en una tangana pero se esfuma su carácter cuando debe tomar decisiones. Ayer, logró cabrear a la grada al perdonarle la segunda tarjeta a Josico por una entrada a destiempo sobre Iraola. Alguien debiera recordarle que los buenos árbitros pasan desapercibidos.

En el capítulo de anécdotas, podemos quedarnos con dos. El momento en que Mané intento parar un balón que botó frente a él y no consiguió ni tocar la pelota. Unas cuantas sonrisas y un fuerte rumor comentando la jugada se propagaron por la preferencia y la tribuna principal. La segunda fue que pudimos asistir a las primeras carreras por la banda de Iban Zubiaurre. Mané, superado el cuarto de hora de la segunda mitad, realizó dos cambios y se guardó la posibilidad de hacer debutar al guipuzcoano con el tercero si el equipo iba ganando. Le puso a calentar y pronto unos cuantos flashes de aficionados inmortalizaban el momento. Al final, el partido no estaba para debuts y mucho menos para defensas. Habrá tiempo para verle. Quizá, por ejemplo, frente a la Real, como una indisimulada ‘vendetta’.

Al final del encuentro, el empate se puso de cara para los rojiblancos. Muchos se frotaron las manos. Pero Yeste no acertó. En fin, derrota en San Mamés para un equipo al que todavía le cuesta demasiado ganar en casa.