El cambio climático y la contaminación siguen haciendo estragos en las montañas más altas del mundo, pese a su aparente fortaleza física, uno de los ecosistemas más frágiles del planeta. La retirada de las nieves perpetuas y los peligrosos glofs , fruto del derretimiento de los glaciares, son fenómenos perfectamente documentados.
A ellos se suma ahora otro sobre el que existían sospechas desde hacía tiempo y que ahora por fin se ha documentado: la contaminación con productos altamente tóxicos -incluso potencialmente mortales- del Himalaya, y más concretamente del Everest. El estudio , publicado en la prestigiosa revista científica New Scientist, ha sido realizado por un equipo liderado por Samantha Langley-Turnbaugh, investigadora de la Universidad de Southern Maine, de Gorham (Estados Unidos) e indica que la nieve del Techo del Mundo tiene cantidades peligrosamente altas de arsénico y cadmio, tanto en cotas extremas cercanas a 8.000 metros de altitud como en el campo base, donde no sólo está contaminada la nieve, sino el suelo y el polvo en suspensión.
En otras circunstancias, estos niveles de contaminación en altitudes tan inhóspitas no supondrían un problema sanitario. Sin embargo, en el caso del Everest todo cambia. Cada año, cerca de dos mil personas convierten los dos campos bases del Everest en pequeñas ciudades durante casi tres meses. De ellas, casi mil se adentran en la montaña en pos de su cima, que alcanzan aproximadamente la mitad. A todos ellos hay que sumar las más de 5.000 personas que llegan en trekkings turísticos hasta el campo base.
El problema es que todos esos alpinistas utilizan esa nieve contaminada para derretirla y hacer agua durante la ascensión, líquido que utilizan para beber directamente o cocinar, ingiriendo, sin saberlo, unas concentraciones altísimas e inaceptables de esos dos metales pesados, de acuerdo con los baremos de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos. La otra gran fuente de contaminación por arsénico sería la tierra del campo base, donde el viento levanta frecuentemente nubes de polvo que se introduce en las vías respiratorias de los alpinistas.
Las muestras sobre el terreno fueron tomadas por el alpinista Bill Yeo en 2006. Para ello escaló buena parte de la ruta del Everest por su vertiente tibetana recogiendo muestras cada 300 metros aproximadamente entre 5.300 m y 7.800 m. de altitud. Todas las muestras de nieve contienen altos niveles de arsénico y cadmio (ver gráfico al final del texto), mientras que todas las muestras de tierra tienen altos niveles de arsénico.
Pero la contaminación podría ir mucho más allá de los apinistas, que al fin y al cabo son habitantes circunstanciales y provisionales del Himalaya. Aún está por estudiarse el grado de incidencia de esa nieve contaminada en los ríos de la zona y, por consiguiente, en la población que bebe el agua del deshielo del Himalaya, para la que la exposición a esos elementos contaminantes es continua.
En cuanto al origen de esa contaminación, aunque no existen pruebas científicas, el estudio apunta a las industrias altamente contaminantes instaladas en buena parte del continente asiático y el subcontinente indio. Los fuertes vientos que soplan en esa región del mundo transportan las partículas nocivas, que se depositan en esas gigantescas barreras naturales que son las altas montañas del Himalaya, las más altas del planeta. Y ahora también unas de las más contaminadas.