Las puertas del ‘Guardetxe’ de Aralar llevan cerradas desde el 30 de abril. Montañeros y pastores no pueden ya detenerse para saludar a Nicolasa Amorena y su hija Miren Zufiaurre, como lo han hecho durante décadas. Tampoco pueden degustar sus tradicionales alubias o sus bocadillos de chistorra o chorizo. El mal estado del edificio ha provocado su cierre y Nicolasa, Miren y el resto de la familia han tenido que decir adiós a la que ha sido su vivienda durante décadas.
La casa del guarda de Aralar fue siempre un punto de encuentro para mendizales, esquiadores (aún me acuerdo de Ortiz ‘Arpegui’, el de La Naiorobitarra) , pastores, seteros… y el fallecido Joxe Zufiaurre, guarda durante muchos años, ayudó a más de uno en momentos de apuro (accidentes, nevadas…). Muchos echarán de menos su refugio.
El Gobierno de Navarra ha decidido derribar el edificio y construirá una nueva casa forestal en el mismo lugar. El edificio actual, que data de 1910, fue cerrado a finales de abril por problemas estructurales. El departamento de Desarrollo Rural y Medio Ambiente, responsable de la gestión del monte Aralar, informó de esta decisión a la Unión de Aralar el pasado miércoles (día 20 mayo).
El nuevo edificio tendrá como objetivo gestionar los usos y aprovechamientos del monte Aralar, al igual que ocurre en otras infraestructuras similares vinculadas a otros montes navarros. Además, seguirá siendo un punto de referencia para los visitantes, pues está previsto que sirva como punto de información de los valores naturales, históricos y etnográficos de la sierra, según informa el Gobierno foral.
Será más nuevo, pero diferente. Aquella cocina llena de pucheros humeantes, con baldas improvisadas donde colgaban calcetines, los esquís de fondo de madera marca Sancheski que se amontonaban en la entrada, los empujones para entrar en los días de ventisca y el parking para autobuses (en mi caso el del Juventus OAR de Bilbao), siempre ocupado por montañas de nieve mal retirada habrán quedado en la memoria de unos pocos. Como también se han olvidado las esquiadas por la carretera blanca que llevaba al repetidor de Altxueta, los campeonatos de esquí vasconavarros que se disputaban en Pagomari, los largos paseos por nieve húmeda ‘sopa’ ahsta el refugio de Igaratza. ¡En fin¡ recuerdos de unos años, los 70, en los que nevaba mucho, de verdad.