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Edurne Pasaban y su equipo suben hasta los 6.200 metros en el Annapurna

Por una vez, la Diosa Madre de la Abundancia se muestra generosa. Quizá sea por el respeto con el que han llegado a sus pies. Quizá como reconocimiento a la osadía de enfrentarse a ella en una época en la que nadie lo había hecho hasta ahora. Sea cual fuere el motivo, el Annapurna se está mostrando más noble que nunca y el equipo que comanda Edurne Pasaban avanza firme por sus tortuosas entrañas camino de la soñada cumbre.

El grupo ha retornado hoy al campo base después tres días en la montaña y las noticias no pueden ser más buenas. Han cumplido todos los objetivos marcados, equipando la vía hasta los 6.200 metros (trescientos por debajo de donde tienen previsto instalar el campo 3). Lo que no es poco si se tiene en cuenta que afrontaban el tramo clave de la ruta, el más peligroso de la montaña debido al riesgo de avalanchas.

Partieron el miércoles, cargados como burros, hacia el campo 2 (5.600 m.), a donde llegaron tras seis horas y media de ascensión. Al día siguiente, ya sin los sherpas, que se limitaron a hacer labores de porteo, abrieron huella por el gran ‘plateau’ (pequeña meseta en altura) hasta la base del famoso cono de La Hoz, el punto donde acaban todas las avalanchas – y son muchas- que caen de la parte alta de esta vertiente. La hora a la que llegaron a su altura, entrada ya la mañana, desaconsejaba cruzarlo, así que dejaron un nuevo depósito de material y se volvieron al C-2 a dormir.

Ayer les toco trabajar duro. Se plantaron de nuevo bajo el cono y tras realizar un gran rodeo para evitarlo y tener más margen de maniobra si caía algún alud, llegaron a la base del muro que da acceso al campo 3. En él fijaron casi 500 metros de cuerda sorteando seracs, grietas y paredes de hielo hasta alcanzar los 6.200 metros de altitud. Aún estaban a 300 metros del lugar previsto para el campo 3, pero se dieron por satisfechos.

Acababan de equipar el tramo más complicado de toda la ruta al Annapurna, donde se combinan las secciones más técnicas con algunos de los puntos más expuestos a las avalanchas. De hecho “hemos vistos caer varios aludes, aunque por suerte ninguno demasiado cerca”, explica Alex Txikon. Lo que les queda hasta ese C-3 son unas palas de nieve diáfanas que no deben suponer mayor problema.

Así que con la sensación del trabajo bien hecho se volvieron a dormir al C-2, donde descansaron a gusto para descender hoy hasta el campo base. Han sido tres duras jornadas de trabajo en la zona clave de la ruta, y las sensaciones con las que han vuelto no pueden ser más positivas. “Todo ha ido muy bien y estamos muy contentos con el trabajo que hemos hecho. Nos hemos quitado la parte más complicada de la ruta” asegura Edurne Pasaban.

Una vez que se han metido de lleno en la montaña, la conclusión es que se encuentra en bastantes buenas condiciones. “Más seca, más firme y más segura -apunta la tolosarra- y desde luego mejor que en 2007”, el año en el que se dio la vuelta justo por encima del C-3 ante la amenaza de un inestable serac bajo el que tuvieron que trabajr durante horas poniendo a prueba sus nervios. “Al final -añade- el haber llegado tan pronto nos está viniendo muy bien. Victor Baia (el meteorólogo que les sirve los partes del tiempo) nos ha dicho que hemos acertado”, concluye.

Y es que las previsiones siguen siendo muy buenas, así que el plan es descansar dos o tres días y volver a la montaña, esta vez para llegar hasta el C-3. Dormirán allí una noche para completar el plan de aclimatación, retornarán al CB y la siguiente ocasión que asciendan será ya para ir a la cumbre. El Annapurna está más cerca.

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Por Fernando J. Pérez e Iñigo Muñoyerro

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