Hace algunos meses, en pleno mes de mayo y cuando más llovía contra España en los mercados internacionales y en los medios de comunicación extranjeros, le pregunté al ejecutivo de una gestora de fondos británica –de esos que no se andan con rodeos en esta materia- dos cosas aparentemente simples: ¿Cómo es posible que se pueda apostar y ganar dinero con el desastre de otros? y ¿Cuál es la mejor estrategia de defensa para un país o una empresa que se ve atenazada por una situación de ese tipo?
La respuesta a la primera cuestión fue contundente: “El mercado financiero –me dijo- es una continua apuesta. E igual de lícito es apostar a que algo va a subir de precio que hacerlo a que va a bajar”. Difícil de absorber para una mentalidad como la mía que siempre ha odiado el juego, pero aceptable. La segunda respuesta fue no menos clarificadora: “La mejor defensa para alguien contra el que apuestan a la baja es presentar buenos resultados”. Pues ahí sí que nos va a ‘joder mayo con las flores’ porque no está el patio para buenos resultados nacionales…
Y muchos se preguntarán: ¿Y a mí que me importa? ¿en qué me afecta? En mucho. Pongamos un ejemplo alejado de la macroeconomía de cómo afecta al bolsillo de muchos modestos ahorradores. Si usted ha depositado sus ahorros en un fondo de pensiones con un elevado porcentaje de inversión en renta fija o ha suscrito un fondo de inversión de los que las entidades financieras comercializan como de “muy bajo o bajo riesgo”, también de renta fija, fíjese en la evolución de los últimos días. Aunque no consiga entender por qué, usted se dará cuenta de que cada día que pasa, sus ahorros depositados en esos fondos valen menos.