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Jon Garay

Aletheia

Los preocupaciones de 'Ike' Eisenhower

Hoy se cumple el 66º aniversario del desembarco de Normandía. Al mando de aquella gigantesca operación estaba el general Dwight ‘Ike’ Eisenhower. Su historial militar no era especialmente brillante antes de la II Guerra Mundial (al contrario que MacArthur, por ejemplo, que fue el encargado del frente japonés), pero fue el elegido por Rooselvet y el general Marshall para dirigir la ‘Operación Overlord’, que así se denominó al desembarco.

Es difícil imaginar la presión que tuvo que soportar aquel hombre durante aquellos días. En primer lugar, se suele olvidar que dos millones de soldados americanos fueron trasladados a una Inglaterra que sufría restricciones en el abastecimiento de alimentos y combustible. Como señala en su ‘Cruzada en Europa’, “cada soldado americano empeoraba las condiciones de vida” del Reino Unido. Para atenuar en lo posible los inevitables roces, el ministro de Información inglés, Mr. Brendan Backen, pidió a la población que acogiera a los militares lo mejor que pudieran. Al mismo tiempo, los norteamericanos repartían folletos entre sus soldados explicándoles cómo debían comportarse. Una de las medidas que se adoptaron fueron los fines de semana de convivencia, en los que las familias inglesas acogían a los soldados para mejorar así sus relaciones. Otra fueron los pubs, donde ingleses y norteamericanos acercaron posturas gracias a las cervezas.

Otro problema fue el de la seguridad. Cualquier fuga de información en lo relativo a la invasión comprometía el esfuerzo y las vidas de miles de soldados. A este respecto, Eisenhower se mostró implacable. Ya durante la invasión del norte de África, todo su Estado Mayor (incluidos los chóferes) fue investigado sin saberlo. Sin embargo, el caso más espectacular afectó al general de división Henry Miller, quien durante una fiesta comentó que el Día D sería antes del 15 de junio. ‘Ike’ fue implacable: degradó a Miller al grado de coronel y le envió de vuelta a Estados Unidos sin atender a los ruegos del que había sido compañero en sus años de estudio en West Point.

Un tercer problema fue el de los egos militares. Patton y Montgomery le dieron no pocos dolores de cabeza a Eisenhower. Al primero, durante la invasión de Sicilia, no se le ocurrió otra cosa que abofetear a un soldado que estaba en un hospital al considerar que estaba fingiendo ‘psicosis de guerra’, una enfermedad en la que Patton no creía. El incidente tuvo una gran repercusión y Eisenhower tuvo que obligar a su amigo a pedir disculpas. Más adelante, durante los preparativos de la invasión de Normandía, le pidió que se mantuviera alejado de la prensa dada su incapacidad para controlar su verborrea. Fue inútil: al poco tiempo la volvió a ‘armar’ con una explosivas declaraciones sobre la colaboración que deberían mantener Estados Unidos e Inglaterra tras la guerra (Patton era un furibundo anticomunista).

En cuanto a Montgomery, era un hombre con un ego gigantesco y no dado a acatar órdenes. Su victoria sobre Rommel no hizo sino acrecentar todavía más su autoestima. En la operación de Normandía, se empeñó en ser el líder de las tropas terrestres y en avanzar casi directamente hacia el corazón de Alemania. ‘Ike’ tuvo que frenarle una y otra vez. Sin embargo, el gran problema surgió con la ofensiva alemana de las Ardenas. Los nazis contraatacaron por el centro de una línea aliada que iba desde la costa hasta Suiza. En esa zona estaban los norteamericanos, con problemas de abastecimiento. Fue el último gran contraataque nazi y Montgomery acusó más o menos veladamente a los norteamericanos del mismo. Como es normal, a Patton y Omar Bradley no les hizo mucha gracia las palabras de ‘Monty’.

Pero lo más llamativo de todas las dificultades a las que tuvo que hacer frente no tuvieron que ver con la guerra, sino con De Gaulle. El orgullo francés había quedado más que humillado. Era la tercera vez en setenta años que los alemanes les pasaban literalmente por encima y ahora dependían por completo del suministro de los americanos. Marc Bloch, un conocido historiador que participó en la guerra, afirmó que la victoria alemana había sido una “victoria intelectual”; ambos bandos combatían en dos eras diferentes y “los alemanes avanzaban más deprisa de lo que parecían las normas de urbanidad”.

Lo de De Gaulle llegó a ser realmente irritante tanto para Roosevelt y Eisenhower como para Churchill. Ya en 1942, con la invasión de África, los británicos insistieron en que los franceses no participaran en la operación. Tiempo atrás una operación en Dakar había fracasado -creían los ingleses- por alguna indiscreción francesa. En lo personal, Roosevelt no soportaba la altanería del general francés y la esposa de Churchill llegó a decir a De Gaulle que “no odiara más a sus amigos que a sus enemigos”. Eisenhower también reconoció que su relación con el francés nunca llegaron al grado de cordialidad. En lo relativo a la propia invasión, De Gaulle rechazó realizar una alocución conjunta con ‘Ike’ al pueblo francés. ¿Por qué? El general galo se había autoproclamado el líder de la Francia libre, pero los norteamericanos se resistían a considerarle como tal; al fin y al cabo, nadie le había votado.

Los problemas con De Gaulle continuaron más adelante. La toma de Stuttgart fue un ejemplo de ello. La ciudad fue tomada por tropas francesas, pero los norteamericanos la necesitaban para abastecerse. Por cuestiones de orgullo, los galos se negaron a cederla. ¿Qué hizo Eisenhower? Amenazar con cortar el suministro a los franceses. Problema resuelto.

A Eisenhower le exasperaba “la hipersensibilidad y extraordinario tesón de De Gaulle en asuntos que para nosotros carecían de trascendencia”. El dichoso orgullo. Ya lo dijo sir Alan Brooke, jefe del Estado Mayor imperial: “¡Dios Santo, qué difícil es hacer una guerra e impedir que las consideraciones de orden militar no se vean afectadas por la gran cantidad de intereses personales y por la estupidez política que todo ello conlleva!”. Aquel 6 de junio, mientras Rommel pensaba en el cumpleaños de su mujer , Eisenhower tuvo que olvidarse de que su hijo se graduaba en West Point. Bastante tenía con la guerra y con lo que no es la guerra.

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