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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

El súper

Estamos en verano, en época de rebajas o, también, de agotadoras visitas al híper para llenar la nevera y el congelador de provisiones en el apartamento de la playa o de la montaña. Ya se sabe, toda la familia al coche, todos empujando el carro del súper, incluso los niños con carrito de su tamaño y condición; deben aprender desde una edad temprana, todos a la cola de las cajas, todos al coche de nuevo y todos a casa, a descargar. Y hace calor en la calle y hace frío en el súper. Los hijos, constipados; la madre, agobiada y harta; y el padre, harto y cabreado. Y nos preguntamos, en un momento de lucidez, cómo es que algo que conocemos tan bien y hemos hecho un montón de veces, nos sigue desesperando igual. Quizá Daniel Kruger y Dreyson Byker, de la Universidad de Michigan en Ann Arbor, nos ayuden a entender nuestro comportamiento.

Debemos empezar, para ser ordenados, por el principio y afirmar con convicción que la teoría de la evolución por selección natural y sexual es la teoría que unifica las ciencias biológicas. La teoría de la evolución nos da la explicación última de la estructura y el propósito de los fenómenos biológicos. Y, en particular, lo mismo se puede decir de las ciencias de la conducta que, en los últimos tiempos, se ha basado en investigaciones con base evolutiva. Dentro de estas ciencias de la conducta están los que estudian el marketing y el comportamiento de los consumidores y que se han beneficiado del conocimiento integrado que implica la teoría de la evolución.

Vayamos a algo más concreto y veamos cómo Kruger y Byker aplican la teoría de la evolución a la conducta de los compradores en el súper o en el centro comercial. En primer lugar, hay que asumir la hipótesis de que ir de compras es lo mismo que hacían nuestros antepasados cazadores y recolectores cuando buscaban alimento y materiales para sus armas o vestidos. Cazar y recolectar lo hemos hecho durante muchos miles de años y, desde el punto de vista evolutivo, es prácticamente imposible que esas conductas hayan cambiado porque hallamos inventado El Corte Inglés, Carrefour, WalMart o Amazon en el último siglo. Antes, cazábamos lo que se ponía a mano o recolectábamos semillas, frutos, hojas, insectos o lo que fuese, pues había que comer. Ahora, hacemos lo mismo pero en el híper o en el centro comercial o en Internet: nos movemos y pillamos lo que podemos de todo lo que necesitamos. Y aquellas habilidades que nos permitían cazar y recolectar las seguimos usando transferidas a los nuevos escenarios. Veamos.

Los autores de la investigación reclutan a 467 universitarios, de ellos 248 son mujeres, con una edad media de 19 años y, aunque nacidos el 90% en Estados Unidos, son de muchos orígenes étnicos y siguen varias religiones. Se les pasa una encuesta en la que se pregunta sobre conductas al ir de compras que se pueden asimilar a los comportamientos cazadores y recolectores que he mencionado. Por ejemplo, se supone que los hombres entran en el híper y aplican lo que se llama navegación euclídea, es decir, siempre saben donde están respecto a la entrada, las cajas, las zonas concretas con determinados productos, etcétera. En cambio, las mujeres utilizan la navegación referida a objetos: se mueven entre productos y saben donde se encuentran todos ellos y que hay al lado de que. En fin, el hombre deambula y siempre sabe donde está y así acaba tropezando con lo que busca, y la mujer deambula sabiendo donde está lo que busca aunque no sepa muy bien donde está ella misma.

También aseguran los autores que las mujeres recolectan y los hombres cazan. Ellas exploran, comparan y eligen un objeto entre varios similares pues saben donde se encuentran y el precio que tienen. Incluso van las tiendas cuando hay rebajas o promociones simplemente a ver que cae. Ellos gustan de comprar poco, pero lo poco que compran que sea interesante, grande e importante: el plasma, el ordenador, la caja de herramientas, la caja de vino o el mogollón de latas de cerveza. Van poco al híper, si pueden, pero cuando van es para llenar varios carros, para una gran cacería.

Ellas se sienten bien el híper, se divierten comprando, comparando precios y productos y haciendo una buena compra. Ellos se aburren pero si, como veíamos antes, hay buena caza, es decir, hay que comprar algo serio, se llevan a los amigos o la familia en su rama masculina: una buena caja de herramientas, un taladro, un gato para el coche, aunque sea una llave inglesa. Y aunque no se los lleve a la compra, luego les ensañará la “pieza”, o sea, el chisme que ha comprado.

En fin, ya ven, es difícil que hombre y mujer hagan lo mismo en el híper (y no digamos nada en las rebajas). Lo mejor, creo yo, es que cada uno haga una lista adecuada a su sexo, el detalle para la recolectora, lo más voluminoso o numeroso para el cazador, que coja cada uno se carro y que queden una hora después en los congelados que, como todo el mundo sabe, es lo último que hay que coger. Y para que los roles sexuales se reproduzcan interminablemente sin problemas, que uno lleve a los hijos y la otra lleve a las hijas. Y que hay paz.

*Kruger, D. & D. Byker. 2009. Evolved foraging psychology underlies sex differences in shoping experiences and behaviors. Journal of Social, Evolutionary, and Cultural Psychology 3:1-15.

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Por Eduardo Angulo

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