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Retrato del roquero decadente

 

Hacía tiempo que quería profundizar un poquito en la figura de Peter Perrett, el líder de The Only Ones, así que me puse muy contento al saber que se reeditaba en versión actualizada The One & Only, la biografía publicada en 1996 por Nina Antonia. Los tienen a los dos juntos en la foto de arriba, de ese mismo año. Acabé de leer el libro el pasado fin de semana y he terminado sabiendo bastante más, pero también reafirmando el conocimiento basado en cuatro tópicos que tenía antes, porque Perrett es una de esas figuras que sirven como modelos casi arquetípicos de una manera de entender y vivir el rock. Su perfil químico, de hecho, excede la idea previa que suele manejarse sobre él: todos damos por hecho que es uno de los grandes consumidores de drogas de la historia del rock (y el guitarrista John Perry, con ese hueco abierto en su Stratocaster para transportar sus provisiones, le secundaba gustoso), pero el libro muestra cómo Perrett estaba metido de lleno en el lado delictivo del asunto y era un traficante que iba mucho más allá del trapicheo circunstancial y callejero. También se confirma su proverbial tendencia a lo letárgico, con esos retrasos de varias horas que sus compañeros de banda daban por hechos: Antonia cuenta con detalle el caso de una Peel Session a la que todos fueron llegando con demora calculada, para desesperación del ingeniero de sonido, pero aun así sus estimaciones se quedaron cortas y Perrett se presentó el último, cuatro horas y media tarde. Y John Perry relata aquella vez que hizo dos visitas a su casa, separadas por un plazo de seis semanas, y se lo encontró sentado en el mismo rincón del suelo: no se había afeitado, llevaba la misma ropa y no parecía haberse movido, pero había crecido el montón de papel de plata a su alrededor.

Me ha sorprendido la cantidad de nombres de la aristocracia del rock que tuvieron contacto directo con The Only Ones, un grupo que parecía destinado a comérselo todo y se disolvió en una nebulosa opiácea. Por el libro asoma de pronto gente como David Bowie, Marc Bolan, Robert Plant, Freddie Mercury, Keith Richards (iba a producirles, y resulta tragicómico el encuentro de Perrett y el stone para tocar juntos, que degeneró en un festín de drogas), los Who, Malcolm McLaren o, por supuesto, Johnny Thunders, hermano espiritual de nuestro protagonista en sus hábitos, en su estética decadente y también en cierto planteamiento anacrónico para aquellos tiempos de punk. Y, hablando del punk, en cierto momento sale Sid Vicious, que daba la lata a Thunders para que le dejase tocar con él y Perrett en The Living Dead: lo consiguió en un concierto, pero, como en realidad no tenía ni idea de manejar debidamente un bajo, se lo desconectaron del ampli. No se dio cuenta de que no sonaba nada hasta la cuarta canción.

Llama mucho la atención la singular organización doméstica de Peter Perrett, que durante un tiempo convivió en la misma casa con su esposa, la paciente y eterna Zena, y su amante, la posesiva y tempestuosa Lucinda. A la segunda está dedicada esta canción que les cuelgo, una de mis favoritas de los Only Ones. El libro, por cierto, reivindica las versiones que grabaron para las Peel Sessions, menos frágiles que las oficiales, y creo que tiene toda la razón. Escuchemos la maravillosa música de Perrett, Perry y compañía.

 

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


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