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My Bloody Valentine, esta vez sí

 

Hay noticias tan inesperadas que hasta los dedos se extrañan al teclearlas. Hace poco tuvimos una: ‘David Bowie ha vuelto’. Y hoy toca otra: ‘Ha salido el nuevo disco de My Bloody Valentine’. Iba a decir que han sido veintidós años de espera, pero la verdad es que hacía mucho que yo ya no esperaba nada: el supuesto álbum que preparaban My Bloody Valentine se había incorporado al folclore legendario del rock, era un socorrido recurso para referirse a algo de lo que se ha escrito mucho pero que no sucederá jamás. Y de pronto, en cosa de tres días, se han precipitado el anuncio y el lanzamiento.

Pongo en situación a los no iniciados: My Bloody Valentine son un cuarteto irlandés liderado por Kevin Shields, el señor de la foto, uno de esos iluminados que escuchan una música especial dentro de su cabeza y quizá por eso se distraen de las obligaciones mundanas. Parecían un grupo del montón hasta que, en 1988, editaron Isn’t Anything, donde la música se convertía en una especie de masa sonora que se desplazaba y latía, como una turbulencia de la que brotaban hermosas melodías. Tres años más tarde dieron un paso más allá con Loveless, en el que crearon una especie de rock abstracto que se alejaba más del concepto convencional de canción: es un disco histórico, de esos que marcan una época y que acaban versionando enteros los grupos japoneses, pero a mí me gusta más el otro. Y, después, empezó el juego de esa continuación que nunca llegaba, como si Kevin Shields se hubiese quedado atrapado en uno de sus bucles mentales, fascinado por alguna reverberación sonora. A los periodistas musicales les entraba la risa cada vez que salía la noticia de que el álbum era cuestión de meses.

Hasta ahora. Lo primero que he hecho esta mañana ha sido gastarme doce euros en el disco nuevo, y eso me recuerda una cosa: en otras músicas resulta más llevadero, pero unos emepetreses mal ripeados de My Bloody Valentine pueden ser una cosa muy nociva, porque el producto original está ya tan distorsionado que admite mal las agresiones externas. Solo he podido escuchar dos veces el álbum, que luce el minimalista título de m b v, así en minúsculas, y en principio estoy muy satisfecho: temía una nebulosa ambiental, entre la genialidad y la tomadura de pelo, y me alegra comprobar que la mayor parte del disco son canciones, con esas melodías susurradas que casi ocultan su brillantez. Estamos ante lo que podríamos llamar unos My Bloody Valentine clásicos, inconfundibles, con esos rasgos de estilo que se suelen atribuir a toda la escena shoegaze pero que en realidad nadie ha conseguido imitar bien: esas guitarras que ya ni siquiera suenan a guitarras, esas dos voces que parecen suspiros, esa ecualización marciana y borrosa, esos pulsos rítmicos que borbotean al fondo… Otros tal vez echarán en falta más sorpresas, pero yo estoy muy ocupado dando vivas, feliz por este reencuentro con un sonido que fue muy importante en una época de mi vida. Aprovecho que han subido todas las canciones a su canal oficial de YouTube para dejarles con la segunda del lote, Only Tomorrow.

 

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


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