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El vídeo snuff

El número de agosto de la revista británica The Wire incluye una entrevista con Sleazy Peter Christopherson, figura de la música electrónica más desasosegante en su condición de miembro de Throbbing Gristle, Psychic TV y Coil. Si recuerdan (es un decir, no se apuren), hace año y pico hablamos de él aquí con motivo de su visita al Guggenheim, y mencionábamos también su curro decente como director de videoclips para artistas de lo más diverso. Resulta curioso que, formando parte de Throbbing Gristle, uno de los grupos más controvertidos de la historia, fuese precisamente ese trabajo bien remunerado como realizador el que le llevó a protagonizar uno de los mayores escándalos de su carrera: me refiero a Broken, una minipelícula para Nine Inch Nails que, parafraseando a la Wikipedia, fue “casi universalmente prohibida” por sus imágenes de tortura, humillación y muerte, filmadas con una definición chunga y doméstica que les daba apariencia de realidad. Me ha gustado cómo lo cuenta él en The Wire, así que les traduzco sus palabras.

“Después de hacer un par de vídeos relativamente convencionales para ellos en los primeros 90, Trent me llamó por teléfono y me dijo: ‘¿Harías el vídeo más duro de la historia?’. Estúpidamente, por supuesto, dije: ‘Me encantaría’, y me puse a hacer justamente eso. Básicamente el vídeo estaba concebido como un comentario sobre la existencia de las snuff movies y la obsesión de la gente con ellas. Pero la compañía de discos pensó que se metería en todo tipo de mierdas si realmente lo editaba. Trent pasó unas pocas copias a una tienda de vídeo, que calculo que ganaría posteriormente más de 20.000 o 30.000 dólares vendiendo copias pirata de copias. Así que, dado que Nine Inch Nails estaban en las listas sin videoclip, se convirtió en uno de los primeros productos con distribución viral. Montones de fans de Nine Inch Nails copiaron sus copias y las distribuyeron. Y, como todo el mundo estaba haciendo malas copias de malas copias, lo que en su momento yo consideraba pistas bastante obvias de que se trataba de una simulación (…) se fueron perdiendo en la mala calidad. Por desgracia mucha gente, especialmente chavales, empezó a creer que era una snuff movie de verdad”.

A mí no me parece para tanto, pero, como no quiero acongojar a los espíritus sensibles, me limito a enlazárselo: lo tienen, en dos partes, aquí y aquí, con una resolución youtubera capaz de convertir en snuff la superproducción más lujosa. Y abajo, en su lugar, les cuelgo el Cold Cell de Coil, una maravilla casi mística. Christopherson, por cierto, es el señor de los bigotes.

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


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