Cuatro goles ha marcado el Athletic en esta ronda de la nueva UEFA que hoy acaba. Y son cuatro millones de euros los que aliviarán las arcas de Ibaigane con el acceso a la Liga Europa. Pero la importancia de la cita noruega no se limita a términos económicos. Marca el signo de una temporada que arrancó con dudas y que adquiere ahora un cariz ilusionante. También disipa los primeras críticas que sobrevolaban el banquillo rojiblanco. El empate nórdico (1-1) es un auténtico remanso de paz para el club en su conjunto.

El penalti con el que Javi Martínez inauguró el luminoso frente al Tromso viene cargado de polémica. Es discutible, cuando menos. Se olvidará pronto tras el pase a la siguiente ronda gracias al 3-2 de San Mamés. Especuló con éxito el equipo de Caparrós en la primera parte, con un ojo puesto en el marcador de la ida. Acabó igual, haciendo gala de algunas triquiñuelas -poco habituales históricamente en los rojiblancos- que recortaron el descuento. A los noruegos les hacía falta marcar como fuera y el Athletic supo contener sus ansias atacantes. Sólo sufrió un susto tremendo al borde del descanso, cuando el balón jugueteó con la línea de gol, tras un taconazo en el primer palo de Moldskreed.

En los cinco minutos que separaron el penalti del gol de los locales, los rojiblancos recuperaron la calma pero el tanto de cabeza de Rushfeldt volvió a colocarles contra las cuerdas. El de Utrera quería reservar sus dos cambios restantes -tras el de De Marcos por Iturraspe- para los minutos finales. Y el Athletic, mal que bien, aguantó. Iraizoz volvió a hacer gala de su buen momento. Acabaron desquiciados los noruegos y buena prueba de ello fue la expulsión de su portero por empujar a Yeste cuando caminaba, sin prisa, hacia el banquillo. El Tromso había perdido mucho más que la paciencia: la Liga Europa y el premio de cuatro millones de euros.