Siguiendo con lo de ayer… Para que vean como es el día a día de los Misterios Italianos. Hoy, increíbles novedades en el misterioso crimen sin resolver de Olgiata (1991), otro clásico:
Crimen de Olgiata: una vecina aparece con el móvil de la víctima 19 años después
Sorprendente giro en el misterioso asesinato de la condesa Alberica Filo della Torre (chica de la foto), en julio de 1991. El caso, digno de una novela de Agatha Christie, se llama crimen de Olgiata por la lujosa zona residencial de las afueras de Roma donde ocurrió. Una vecina se ha presentado en los Carabinieri con un móvil Motorola que, asegura, pertenecía a la víctima. «Ha pasado mucho tiempo, pero he decidido que quizá era el momento de entregar este teléfono», ha explicado. Resulta que esta señora era amante del marido, que tenía coartada ese día porque estaba en la oficina, y ahora revela que él le dio el teléfono tras el crimen para que lo escondiera. ¿Por qué? Otro misterio para la colección.
La condesa, rica, guapa y famosa, y casada con un constructor con el que tenía terribles broncas se disponía a hacer un fiestón en su mansión para celebrar los diez años de matrimonio. Aunque parece que estaban a punto de divorciarse porque ella había descubierto que tenía un amante. Esa mañana la casa estaba llena de gente, como en las novelas de detectives: doncellas, mayordomo, niñera, currelas,… La mataron en su habitación con un objeto contundente y nadie vio entrar ni salir al asesino.
La investigación fue un poema, hasta hoy, salpicada de misterios. Por ejemplo, uno de los primeros en entrar en la habitación fue un tipo, Michele Finocchi, que luego resultó ser… pues como siempre, agente de los servicios secretos. Dijo que fue allí porque el marido le encargó que recogiera un traje, pero éste lo negó. En cualquier caso su oficio se descubrió dos años después, cuando este señor desapareció del país por un escándalo de robo de fondos reservados… y salió a la luz que la condesa tenía en Suiza seis cuentas con un montón de millones de procedencia desconocida. Pero es mucho más intrigante la aparición en escena de un vecino de Hong Kong, un tal Franklin Yung, que empezó a ser sospechoso cuando se avanzó la aguda hipótesis de que la condesa podía haber sido asesinada con un preciso y refinado golpe mortal de artes marciales, concretamente con un dedo en la arteria carótida del cuello. Y, atención, resulta que Yung era consumado karateka o algo por el estilo. La pista luego fue desechada. Y así hasta hoy.
(De ‘La Repubblica’ de hoy, edición de Roma)