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Gerlinde Kalterbrunner concluye su aclimatación en la Norte del Everest

Mientras Edurne Pasaban descuenta las horas en el Shisha Pangma para el ataque a cumbre que inician mañana, Gerlinde Kalterbrunner continúa en la cara nore del Everest, donde va a intentar con su marido Ralf Dujmovits el supercouloir (couloir de los Japoneses + corredor Hornbein) en estilo alpino. La pareja concluyó hacer unos días la aclimatación durmiendo dos noches a 7.600 metros y ahora aguardan ya que el tiempo se estabilice y, sobre todo, el frío se modere (estan dando temperaturas de -35º en la cima del Everest, demasiado bajas si se va intentar sin oxígeno) para realizar el ataque. Gerlinde busca en el Techo del Mundo su 13º ochomil, mientras que Ralf quiere acabar los 14 sin oxigeno, ya que en 1992 subió el Everest pero con bombonas. Y como el año pasado aseguro , él no computa las ascensiones a ochomiles realizadas con oxígeno como tales.

Éste es el relato que hace Gerlinde de la semana (del 26 de abril al 1 de mayo) que les llevó cerrar su proceso de aclimatación, y que podéis leer también el desnivel.com:

“A eso de las 22.00 h del 1 de mayo, regresamos a nuestro campamento base en la oscuridad. Después de un largo descenso desde 7.600 m, Sitaram y Tashi salieron a recibirnos a una hora fuera del campamento de base con un poco de jugo de mango. Después de cenar una sopa de fideos en el base, nos quedamos dormidos rápidamente sintiéndonos muy bien aclimatados.

Volvíamos de terminar nuestra segunda fase de aclimatación, que comenzó el 26 de abril. Ese día fuimos hasta el pie de la cara norte, donde tuvimos que desenterrar nuestras cosas. Pasamos una buena pero muy ventosa noche.

A la mañana siguiente, nos encordamos y subimos hacia el Collado Norte. Teníamos que ir por un glaciar muy agrietado y caminar por debajo de dos grandes y amenazadores seracs que colgaban de la cara sur del Changtse. Al mediodía, se había nublado por completo y una fuerte tormenta soplaba en el collado norte. Decidimos poner nuestras tiendas en unas grietas protegidas a unos 300 metros por debajo del collado. Al día siguiente, tuvimos que cruzar una rimaya para subir los últimos 300 metros para llegar al Collado Norte (7.100 m). Como estábamos escalando sobre hielo seguíamos encordados y, cuando estábamos en el tercer largo, una piedra grande me cayó en el piolet. ¡Uf, qué suerte! Ralf me gritó si estaba bien. Salvo por que me temblaban las rodillas, ¡me sentía realmente bien! Supongo que alguno de los muchos escaladores había desprendido una roca desde el collado norte.

Continuamos flanqueando por nieve antes de volver a escalar en hielo. A pesar de que no era muy vertical, supongo que unos 45 grados, seguimos alternando largos ya que temíamos que cayeran más piedras.

Como casi todos los días, se había levantado viento y había comenzado a nevar de nuevo. Ralf no llevaba suficientes capas y llegó con mucho frío. En cuanto llegamos al collado, se metió en la pequeña tienda y se puso a hervir agua. Bebimos mucho y, aunque no estábamos realmente hambrientos, nos obligó a meter un pedazo de pan seco, queso y sopa en nuestras gargantas. Fue una noche helada con Ralf estornudando y sonándose cada media hora, pero esperábamos que estuviera mejor al día siguiente. Durante toda la noche siguió bebiendo agua caliente.

Por la mañana, nuestros sacos de dormir y el techo de la tienda estaban cubiertos de hielo. Afortunadamente, el sol comenzó a calentar la tienda a las 5.30 a.m. y pudimos secarlos. También Ralf se sintió mejor y seguimos cada uno a su ritmo. Mientras Ralf se entretenía tomando fotos y filmando, yo prefería llegar pronto y encontrar un buen lugar para montar la tienda, ya que estaba claro que habría nubes otra vez a primera hora de la tarde.

A 7.600 m. encontré un buen lugar donde no era necesario trabajar mucho para aplanar una plataforma. Con mover unas pocas pero grandes rocas y poner un poco de nieve sobre ellas, la plataforma estaba acabada. Cuando estaba montando la tienda, me alegré de que siempre escaláramos con una tan pequeña a pesar de estar un poco apretados. Y con lo poco que se tarda en montar me hizo olvidar de que hasta para dos es un poco apretada. Recogí un poco de hielo y encendía el hornillo cuando Ralf llegó. Se alegró de poder entrar en la tienda de inmediato ya que tenía las manos muy frías de hacer fotos. Los dos estábamos contentos de que nos hubiéramos aclimatado tan bien y esperábamos que el tiempo aguantara. Nevaba mucho y el viento soplaba, y así continuó durante todo el día. Abandonamos nuestro plan de subir unos pocos cientos de metros más al día siguiente. Nos quedamos todo el día a 7.600 m, haciendo agua, comiendo y cargando las pilas.

Cada vez que veíamos un claro en las nubes, sacábamos los prismáticos para buscar un lugar adecuado para vivaquear en la cara norte. Sin embargo, no pudimos ver mucho ese día. Por la tarde, llamamos a Charly en Innsbruck y confirmó las bajas temperaturas. Sin embargo, predijo que tendríamos algunos días más cálidos la semana siguiente. También me contó sobre el gran éxito de nuestro presidente, el Dr. Heinz Fischer, y eso me hizo muy feliz.

Queríamos quedarnos una noche más a esta altura ya que los dos estamos convencidos de que dos noches más arriba son convenientes, por no decir necesarias, si quieres escalar el Everest sin oxígeno suplementario. Esta segunda noche fue muy agotadora para los dos. A pesar de que había dejado de nevar, todavía hacía mucho viento y frío. Ninguno de los dos era capaz de dormir, y yo seguía escuchando el viento, preguntándome si la tienda se había fijado correctamente. Ralf seguía diciéndome que con nuestro peso, sería casi imposible salir volando. Sin embargo, yo seguía sin poder dormir.

A la mañana siguiente, hicimos las mochilas y bajamos al Collado Norte. Era increíble que no hubiera un soplo de viento allí. Pudimos secar nuestras cosas y dejar un pequeño depósito con gas, un poco de comida y una cuerda. Decidimos no descender por donde habíamos subido, ya que estaba claro que sería propenso a las avalanchas y desprendimientos de piedras. Tomamos la ruta más larga pero más segura de descenso al Campo Base Chino, donde vimos a algunos de nuestros amigos. Nos encontramos con Rolf, Andreas, los tres españoles [Josu Ortubay, Pedro García y Alfredo García], así como Gnaro, Abele y Michelle. Después de un breve descanso, continuamos dando la vuelta al Changtse para llegar a nuestro campamento base.

Acabábamos de terminar un descenso muy largo y ambos estábamos cansados, pero contentos. Entre tanto había llegado Joachim Rienhardt quien se quedará con nosotros durante unos días.

En los próximos días, vamos a tratar de descansar y a seguir el pronóstico meteorológico de Charly Gabl. Las temperaturas siguen siendo demasiado bajas (en el momento en torno a -35 ° Celsius en la cumbre) para intentar el Everest sin utilizar oxígeno suplementario. Seguimos observando la cara norte con la esperanza de que nuestra siguiente salida será para llegar a la cima a través de esta ruta impresionante.”

Fotos: www.amical.de

Retirada en el Manaslu

Mientras tanto, el grupo español que estaba intentado en Manaslu ha decidido finalmente retirarse. Carlos Soria, Tente Lagunilla, Sito Carcavilla, el navarro Patxi Goñi y el guipuzcoano Oskar Porras viajan ya camino de Katmandú después de que la montaña no les haya dado la más mínima opción. Según relataba Carlos Soria las condiciciones han sido tales que de 30 días de campo base les ha nevado 28 desde que llegaron al CB, la cota de nieve ha descendido centenares de metros, cuando lo habitual es lo contrario. El único que ha decidido seguir en la montaña es Óscar Cadiach, que tiene un permiso más largo y quiere volver a intentarla aprovechando que ha llegado una expedición coreana para intentar rescatar los cuerpos de unos compañeros suyos fallecidos hace tres semanas en un accidente en el que se estrenó el helicóptero que luego rescataría a Carlos Pauner y Juanito Oiarzabal en el Annapurna.

Patxi Goñi relata de forma sobrecogedora en su blog lo que vivieron en el único intento a cumbre que pudieron realizar. No pudieron pasar del campo III y al final, retornar al campo base sanos y salvos se convirtió en la verdadera cumbre de la montaña.

Problemas por el viento en el Everest

Por su parte, el alavés Josu Ortubay, el guipuzcoano Pedro García y el riojano Alberto García también han tenido problemas en el campo base avanzado de la vertiente china del Everest, según cuenta Josu en su blog . En su caso, la culpa ha sido el viento, que ha llegado a llevarse por delante numerosas tiendas del CBA, entre ellas la tienda-comedor de su grupo, con todo lo que había dentro, y la de Pedro, aunque al menos ha podido recuperar lo que había en su interior. Es el panorama que se encontraron cuando retornaron a los 5.600 metros tras descansar unos día a menor altitud después de completar la aclimatación. Ahora esperan ya a que el tiempo les permita intentar la cumbre, aunque la espera puede ser larga porque los partes dan vientos muy fuerte hasta el día 21, al menos por el lado norte del Everest.

Estado en el que quedó la tienda comedor (Foto: Alberto García).

Por Fernando J. Pérez e Iñigo Muñoyerro

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