Hola a todos. Comienza mi tercer día en Katmandú. Antes de irnos al Annapurna, donde los dos sherpas que auxiliaron al Tolo Calafat están ya por fin en el CB, os voy a contar un poquito como discurre mi vida aquí. La diferencia horaria (casi 4 horas) juega a mi favor, sobre todo a la hora de trabajar. Para cuando en el periódico comienzan a funcionar, aquí es ya primera hora de la tarde y todo (o casi todo) el bacalao está ya cortado. Aunque el vivir con dos horarios (el biológico aquí y el de trabajo allí) tiene una pequeña pega: las horas de sueño. Al final no vives ni en uno ni en otro. Estás con los dos horarios en la muñeca y, como casi siempre, de donde quitas tiempo es de las horas de dormir. Pero bueno, me imagino que todo es cuestión de tiempo y de que el cuerpo se vaya adoptando.
Ya os dije ayer que el plan original del periódico, y por el que me ha enviado aquí, era llegar hasta el campo base del Shisha Pangma para cubrir la expedición de Edurne Pasaban a su decimocuarto ochomil. Pues os tengo que decir que las cosas se están complicando. Y mucho. El Shisha es el único ochomil íntegramente en suelo chino (tibetano en realidad) y para llegar a él hace falta que el gobierno chino te conceda un visado de entrada (recordar la odisea de Edurne al principio de esta expedición). Bueno, pues el problema es que a mí no me lo concede. Las autoridades chinas no están dispuestas a permitir la entrada de una persona sola (y menos aún si es periodista) en territorio tibetano.
La solución podría haber sido sumarme a la expedición de Juanito Oiarzabal, que al bajar del Annapurna iba a aprovechar la aclimatación (como Edurne) para ir al Shisha, pero la muerte de su compañero Tolo Calafat lo ha cambiado todo. En cuanto regrese a Katmandú, Juanito volará a España para ir a Mallorca a visitar a Marga, la mujer de Tolo, y a sus hijos.
Así que mi prácticamente única posibilidad de entrar en China se ha esfumado. Aunque como la esperanza es lo último que se pierde os mantendré informado de mis gestiones con las autoridades de la República Popular China.
De Katmandú os puedo contar más bien poco. Con todo el ajetreo que he tenido prácticamente no he salido del hotel. Y por lo poco que he visto, me parece que apenas ha cambiado desde la última vez que estuve, hace ocho años, cuando acompañé a Alberto Iñurrategi a su último ochomil, el Annapurna. Aunque en el país han cambiado bastante las cosas, al menos políticamente, a raiz de la llegada al poder de los mahoistas, las diferencias sociales siguen siendo brutales, la gente sigue viviendo en la calle, la pobreza se ve en cada esquina y el caos circulatorio es aún mayor. Bueno, algo sí que ha cambiado: el imponente palacio real es ahora un museo en el que decenas de personas hacen cola para entrar a conocerlo y ver cómo vivía su rey.
Los dos sherpas que auxiliaron a Calafat llegan por fin al CB
En cuanto al Annapurna, la preocupación se extendió ayer en el campo base, ya que los sherpas que auxiliaron a Tolo Calafat por encima del campo 4 del Annapurna, Sonam y Dawa, no acababan de llegar a él. La expedición española informó primero de que habían bajado hasta el campo 1, donde pasarían la noche, y luego de que habían llegado anteayer a última hora de la noche al CB, pero fue un mal entendido.
Finalmente, y pasada la medianoche, los alpinistas españoles respiraban aliviados con la llegada sanos y salvos de los dos sherpas. El extremo cansancio que acumulaban ante tantos días de esfuerzo en altura habían ralentizado mucho su ritmo en el descenso. Las continuas avalanchas que barrieron durante todo el día de ayer no hicieron más que aumentar la preocupación en el campo base, aunque al final todo ha quedado en un susto.
Los dos sherpas, que realizaron la ascensión con Tolo y Pauner, habían rechazado ser evacuados por el helicóptero del servicio de rescate que bajó a Oiarzabal, Pauner y Colibasanu para no perder todo su material de altura. Aunque ayer en el campo base se hablaba también del ancestral pánico de los sherpas a volar en helicóptero, “así que imagínate la perpectiva de bajar colgados de un cable de 20 metros”, explicaba el alpinista alavés.
Por uno u otro motivo, el caso es que el jueves iniciaron el descenso a pie y desde que los evacuados les vieron desde el aire el jueves por la mañana no ha vuelto a saberse nada de ellos. El walkie-talkie que llevaban tampoco respondía, ,aunque se debió a la rotura de la antena de su walkie.
El caso es que Juanito y Carlos habían aplazado incluso su evacuación a Katmandú para esperarles. “De aquí no nos movemos hasta que ellos lleguen al campo base”, aseguró elvitoriano. “Ya hemos avisado a los seguros para que retrasen todo un día y les esperamos para el domingo” (por mañana).
Incluso se había previsto que hoy por la mañana saliesen para remontar la ruta a su encuentro Jorge Egocheaga, Martín Ramos y Horia Colibasanu, que de nuevo se habían ofrecido voluntarios para subir.