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El Batallón Alpino y el frente de Guadarrama

El pasado otoño recorrí junto con mi hermano Borja las alturas de la Sierra madrileña entre los puertos de Somosierra y Cotos. Fue una bonita experiencia que nos permitió puntuar muchas cimas, todas de 2000 metros, y patear una zona de pastizales ralos, desarbolada y batida por el sol y el viento. Durante la marcha visitamos alturas defendidas por fortines y casamatas; vimos trincheras, muros y pozos de tirador; encontramos muchos cartuchos de diferentes calibres y balas. La pena es que todo estaba arruinado. Posiciones que habían resistido bombardeos, eran ahora montones de escombros, de donde todo, salvo la piedra, había desaparecido. Nadie se ha preocupado de cuidar las atalayas y los puntos más significados de la línea defensiva, que las nieves y las lluvias están a punto de hacer desaparecer. En Francia, por no ir muy lejos, estaría protegida, mantenida y perfectamente señalizada. Aquí nada.


Los Puertos de la Fuenfría, Navacerrada y Cotos fueron ocupados por las milicias republicanas en las primeras horas del levantamiento militar del 18 de julio de 1936. Luego apenas registraron combates, mientras que en el Puerto de Navafría (al que se sube por Lozoya) sí hubo lucha. Tras varias semanas de ataques, que costaron muchos muertos en ambos bandos, el 16 de septiembre las tropas nacionales, carlistas al mando del comandante Rada, ocuparon el paso. Fortificaron las cumbres del Nevero y del Reajo Capón, que lo flanquean, y aguantaron hasta el final de la guerra.
A finales de ese mismo mes, el frente del Guadarrama, ya estabilizado y tranquilo, se preparaba para casi tres años de guerra de posiciones en las duras condiciones del invierno en las cumbres serranas, donde entonces sí que nevaba de verdad.


El Batallón Alpino ocupaba las posiciones de esta larga línea defensiva de casi 40 kilómetrosdesde la Peña de la Cabra, sobre el puerto de Navafría, hasta la cima de la Peñota, ya cerca del Alto del León. Una de sus últimas acciones, tras tres años de tranquilidad, fue la denominada Batalla del Reventón (puerto del). En realidad consistió en una simple rectificación de posiciones, aunque para sus protagonistas, dada la calma que había reinado hasta entonces, fue una verdadera batalla.


En la madrugada del 10 de marzo de 1938, los 30 soldados del Batallón Alpino que integraban las dos secciones que defendían las posiciones situadas entre los puertos de Malagosto y del Reventón se enfrentaron a tres compañías de requetés del 75º Batallón del Regimiento de la Victoria, que subían sigilosamente hacia el Reventón desde La Granja, con los cascos de las mulas envueltos en trapos para evitar ruidos.


Los esquiadores republicanos, armados con fusiles y una ametralladora Hotchkiss calibre 7 mm (fue un arma francesa fabricada bajo licencia en España, ampliamente empleada por ambos bandos), se enfrentaron a 300 soldados bien equipados, apoyados por piezas de artillería ligera de montaña del calibre 6,35. Entre los atacantes formaban regulares marroquíes, los temibles moros del ejército de Franco.

En 2008, el CENEAM reunió en Valsaín (Segovia) a los pocos excombatientes que aún quedaban vivos del Batallón Alpino y supervivientes de aquella acción. Entre ellos estaban Adolfo Ruiz Esteso, José Iturzaeta, Enrique Manso, Cristóbal Hidalgo, Andrés Cano, Paco Rivero, Luis Míguez, Anastasio del Álamo, vecino de Lozoya, y Pedro Macías ‘Píter’. Algunos no se habían vuelto a ver desde hacía 60 años.

Vienen estas líneas para recordar al madrileño Pedro Macías Hidalgo ‘Píter’, que falleció a comienzos de mes a los 85 años en su ciudad. Fue uno de los integrantes de este batallón comunista, que llegó a tener un millar de soldados.

Casi todos eran jóvenes voluntarios miembros de las sociedades alpinas madrileñas vinculadas al Guadarrama, o lugareños de Rascafría, Lozoya, Navacerrada o Valsaín, que se destacaban por su conocimiento del territorio. Llevaban uniformes rusos con la estrella roja en el gorro y fueron instruidos por oficiales procedentes del Club Alpino Español y la Real Sociedad de Alpinismo Peñalara, que adiestraron en la práctica del esquí a estos voluntarios, muchos de los cuales no habían visto una tabla en su vida.


César Pérez de Tudela, en su libro ‘Crónica Alpina de España’, trata el tema del batallón y la guerra en los puertos de una manera pormenorizada.

Las FOTOS corresponden al bunker del Pico Nevero, como se puede apreciar una pura ruina, y al refugio del puerto de Navafría, restaurado y recuperado para el esquí de fondo. Ocupa el mismo lugar donde estuvo el puesto de mando de los carlistas.

Por Fernando J. Pérez e Iñigo Muñoyerro

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