Dice el lehendakari que la pregunta que hay que hacerse no es la de cuántos impuestos queremos pagar, sino qué servicios queremos tener, después de argumentar que no se pueden tener servicios nórdicos si pagamos impuestos propios de Uganda. Indiscutible, tiene razón, pero es una media verdad. Cada ciudadano tiene en su cabeza un esquema de prioridades distinto. A saber. A mi hijo mayor le puede parecer justificado que el Gobierno vasco y la Diputación de Vizcaya pongan una pasta gansa en la construcción de un nuevo San Mamés. Para él, el Athletic es una de las cosas fundamentales en este mundo y, además, como es estudiante, de su bolsillo no ha salido ni un euro para esto que su padre, por ejemplo, considera una auténtica barbaridad. He aquí dos ciudadanos vascos, ambos con derecho a voto, con ideas contrapuestas sobre los servicios que queremos.
A los ciudadanos les cabe la oportunidad de elegir cada cuatro años, con sus votos, a los políticos que les representan. A partir de ahí deberían ser ellos quienes asuman riesgos, quienes tomen decisiones y revaliden la confianza del electorado cuatro años más tarde. Ser elegido para luego pasarse la legislatura haciéndose preguntas en vez de adoptar decisiones es, simplemente, una pérdida de tiempo.
Echo en falta en el discurso del lehendakari una pizca de valentía en la materia fiscal que, dicho sea de paso, es un asunto que le afecta como sujeto pasivo: no tiene la competencia legislativa, que corresponde a las diputaciones, pero su Gobierno sufre o se beneficia de las consecuencias de aplicar una u otra política tributaria. Patxi López amaga pero no remata. Hace meses que repite la canción “Ustedes deben pagar más” pero no concreta quiénes, ni cuánto más, ni si sería partidario de una subida de tipos o de una reducción de deducciones. Si lo es de subir la recaudación del IRPF o de restaurar el impuesto del patrimonio o uno nuevo sobre las grandes fortunas. Una y otra vez, el lehendakari se escuda en ese tópico de la clase política: “Es necesario abrir un debate…….. “, que mi cabeza siempre traduce por la frase: “¡Adiós!, nos la van a clavar……”
Después de que la Administración pública haya decidido poner dinero para un campo de fútbol profesional; donde los actores ganan centenares de miles de euros al año; un coliseo en el que la audiencia compite por encontrar el insulto más original dirigido al árbitro o al rival, el mensaje de que el Presupuesto no alcanza para atender los servicios que demanda la sociedad me suena cercano al despropósito. Lo siento lehendakari, pero en semejantes circunstancias no estoy para debates….