La
violencia escolar crece en nuestra sociedad porque en el entorno educativo, donde se produce, no existen formas de contención. El psicólogo y escritor
Iñaki Piñuel y Zabala negó ayer que «los niños sean crueles por naturaleza, como muchas veces se oye» y acusó a los centros escolares de no poner «medidas suficientes» para frenar el avance de este fenómeno social del que es víctima casi uno de cada cuatro niños. «La crueldad -dijo- existe, pero se detendría desde el primer minuto si esas conductas fueran prevenidas e identificadas de manera temprana y sancionadas contundentemente».
El especialista defendió la necesidad de aplicar el concepto de «tolerancia cero» para poner fin al acoso escolar. «Lo decimos con las mujeres maltratadas y no con los niños, pero el mensaje ha de ser el mismo. La primera vez que te peguen o se burlen de ti debe ser la última». Piñuel y Zabala habló ayer en Bilbao sobre ‘Los efectos para la salud infantil del acoso escolar’ en la apertura del curso de Encuentros con la Salud de EL CORREO, que presidió la consejera de educación, Isabel Celaá.
El experto, profesor de la Universidad de Alcalá, comparó el fenómeno que se vive en los patios del colegio con un síndrome que en psicología se conoce con el nombre de ‘Broken Window’ (Ventana rota). Según explicó, si un vehículo permanece aparcado y abandonado en la calle sin que nadie lo repare, un día aparece con una ventana rota, otro le faltan piezas y pasado un tiempo acaba por desaparecer. «Si desde el primer minuto no se sancionan la burla y la ridulización, se estigmatiza a la víctima, se le revictimiza», argumentó de manera didáctica.
Piñuel advirtió de que la violencia psíquica de las aulas puede generar en las víctimas estrés postraumatico, una patología que provoca ansiedad, miedo e irritabilidad, entre otros problemas de salud. De no tratarse con una terapia psicológica adecuada, se expone a que llegue a provocar incluso cambios en su personalidad.
Las modificaciones en la conducta suelen ser de tres tipos. Hay niños, según describió, que sufren una introversión social tan fuerte que acaba generándoles problemas de relación. Otros desarrollan una personalidad ansiosa, impulsiva, «parece que están siempre a la que salta»; y hay un tercer grupo de víctimas que se enfrentarán a la vida con mayor tendencia a la tristeza y la depresión. «Eso de que que los niños acosados se conviertan en maltratadores es una leyenda urbana», sentenció. «No hay ningún dato en investigación que permita concluir algo así. Lo normal es que se vuelvan personas mucho más vulnerables y que esa vulnerabilidad afecte a todos los ámbitos de su vida».