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Anje Ribera

Música callada

Benito Lertxundi – Gaua eta ni

Benito Lertxundi es el gran cantante de la música vasca. Durante casi medio siglo nos ha aportado la banda sonora de Euskadi. Su aportación en forma de melodías sin igual es incuestionable. Con un estilo personal, basado en raíces folclóricas de diversas procedencias, cada vez que aparece en forma de disco nos emociona. Como siempre ha provocado su canción ‘Gaua eta ni’ en mi corazón. No es una de las más conocidas del Bardo de Orio, porque su ritmo cadencial y su extensión han impedido quizás que se hiciera con el favor de la gente como otras como ‘Nere herriko neskatxa maite’ o ‘Loretxoa’, que tarde o temprano también pasarán por este blog.

‘Gaua eta ni’ es una preciosa melodía interpretada por Benito y su mujer Olatz Zugasti. Basada en un poema ‘El loco’ del escritor, pintor, novelista y ensayista libanés Khalil Gibran, que vivió a caballo entre los siglos XIX y XX, es una obra realmente estremecedora. Mejor ni siquiera intentar describir lo que quiere transmitir. Lo sentiréis al escucharla. Yo lo hecho cientos de veces y en cada una de ellas los vellos se me siguen poniendo de punta con la mezcla Lertxundi-Gibran. Sencillamente preciosa, dulce, tierna…

Soy como tú, ¡oh! Noche
Oscuro y desnudo sigo por el camino en llamas
que está sobre mis sueños y cada vez que mi pie
toca la tierra, brota allí un roble gigantesco.

No, tú no eres como yo, ¡oh! Loco.
Porque aún miras hacia atrás para medir la huella
que dejaste en la arena.

Soy como tú, ¡oh! Noche,
silencioso y profundo.
Y en el corazón de mi soledad hay una diosa
que está dando a luz un hijo, y en él
se tocan el Cielo y el Infierno.

No, tú no eres como yo, ¡oh! Loco.
Porque aún te estremeces ante el dolor
y la canción del abismo te espanta.

Soy como tú, ¡oh! Noche.
Salvaje y terrible, porque mis oídos están llenos
de los gritos de naciones conquistadas y de
suspiros de tierras olvidadas.

No, tú no eres como yo, ¡oh! Loco.
Porque aún tomas tu pequeño yo por
compañero y no logras ser amigo de tu yo gigantesco.

Soy como tú, ¡oh! Noche.
Cruel y temible, porque mi pecho está
iluminado por navíos en llamas, y mis labios
están húmedos con la sangre de guerreros asesinados.

No, tú no eres como yo, ¡oh! Loco.
Porque aún tienes deseos de tu alma gemela,
y no te has convertido en la única ley
para ti mismo.

Soy como tú, ¡oh! Noche.
Jovial y alegre.
Porque aquel que duerme bajo mi sombra está
ahora borracho con vino virgen, y aquella
que me sigue peca alegremente.

No, tú no eres como yo, ¡oh! Loco.
Porque tu alma está envuelta en el velo de las
siete dobleces, y no llevas tu corazón
sujeta en tu mano.

Soy como tú, ¡oh! Noche.
Paciente y apasionado,
porque en mi pecho, mil amantes muertos están
sepultados en mortajas de besos marchitos.

Benito Lertxundi nació en la localidad guipuzcoana de Orio un día de Reyes, concretamente el de 1942. Él es el más joven de una amplia y modesta familia de nueve hermanos sin tradición musical, aunque les gustaban de cantar reunidos los días de gran fiesta.

Benito mostró inicialmente mayor inclinación hacia el dibujo que hacia la música, aunque recuerda cómo le gustaba escuchar, en silencio y a escondidas, al organista local. La enseñanza oficial de la época, con una lengua impuesta que no era la propia, no era en absoluto de su agrado, y una vez terminada la escuela ingresó en la Escuela de Artes y Oficios de los franciscanos de Zarautz. Allí aprendió a trabajar la arcilla y la madera, ganó varios premios y consiguió su primer puesto de trabajo, como tallista.

Con 19 años entró a trabajar en la relojería de Martín Lizaso, donde hizo un descubrimiento crucial. Un día Lizaso le bajó un viejo laúd, y Lertxundi se puso a afinarlo y a tocarlo a su aire. Le gustó la experiencia y su siguiente paso fue comprar una guitarra eléctrica. Practicaba en la misma relojería, antes de abrir por la tarde, haciendo versiones en euskera de sus grupos y cantantes favoritos: los Shadows, Cliff Richards, Elvis Presley…

Sin embargo, su afición no se hizo pública hasta que se presentó a un concurso de canto organizado por el diario donostiarra ‘La Voz de España’. Él era uno más entre los cuatrocientos o quinientos participantes que acudieron al teatro Bellas Artes, pero resultó seleccionado y a partir de ahí comenzaron a cambiar las cosas: se hizo famoso en su pueblo… y recibió una llamada de Mikel Laboa.

Hacia 1965 se estaba gestando el movimiento Ez Dok Amairu, alrededor del cual se movían, entre otros, los hermanos Artze, Jose Angel Irigarai, Lourdes Iriondo, Xabier Lete, Julen Lekuona, el propio Laboa… y el influjo de Oteiza, en aquella gran corriente que pretendió renovar el arte vasco y concienciar a la sociedad. Ez Dok Amairu resultó un magnífico lugar de experimentación y aprendizaje, y aunque se disolvió en 1972, ya había dejado su huella e impronta en Benito.

Desde los primeros singles con canciones de amor y lucha interpretadas con la única ayuda de la guitarra que llegaron a finales de los años 60 su producción ha sido escasa pero selecta, dejándonos obras inigualables.

(Texto extraído del folleto perteneciente al álbum ‘Hunkidura Kuttunak’, Elkarlanean, 1993)

Canciones para escuchar a oscuras - Por Anje Ribera

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