Según el Diccionario de la Lengua, altruismo es “diligencia en procurar el bien ajeno aun a costa del propio”. A pesar de lo que somos y de lo que la evolución ha hecho de nosotros, que viene a ser lo mismo, y del darwinismo y de la lucha por la vida y de la supervivencia del más apto, somos altruistas, algo tan opuesto al egoísmo de la selección natural que sorprende. Y, sin embargo, el altruismo también es un producto de la selección natural, de la evolución.
Tal como escriben Jo Holland y su equipo del Colegio Universitario de Londres, desde la ciencia, la conducta altruista, por supuesto que hacia personas con las que no existe relación directa o cercana, es oportuna para el que la hace pues espera reciprocidad en el futuro, aumenta su reputación en el grupo o beneficia a su gente o a el mismo indirectamente, por ejemplo, por la transmisión de genes como los suyos a través de los individuos a los que ayuda. Además, estas causas que provocan el altruismo, que son propuestas de expertos en el tema, no tienen porque ser conscientes para el que es altruista. El nivel del altruismo dentro del grupo también se ve influido por condiciones externas y, de esta manera, en un entorno rico y seguro, sin problemas graves, quizá haya más altruismo que entre la pobreza y la inseguridad. Este es el objetivo de la investigación de Holland que, además, va a utilizar el curioso método de la carta perdida.
Es sencillo: tiran al suelo 300 sobres franqueados y dirigidos a los autores de la investigación en sus domicilios particulares. Dejan las cartas los días sin lluvia, con la dirección y el franqueo hacia arriba y en 20 barrios de la ciudad, con 15 cartas por barrio, elegidos por la media de ingresos de sus habitantes y su nivel de pobreza. Para devolver las cartas únicamente hay que echarlas a un buzón de correos.
Pues bien, en los barrios más ricos se devuelven más cartas, nada menos que el 87% frente al 37% de los barrios más pobres. O, dicho de otra manera, una carta perdida en un barrio pobre tiene más del 90% de probabilidades de no ser devuelta. Es obvio que el altruismo depende del entorno, aunque quizá no de la manera que esperábamos.
Sin embargo, no es tan sencillo como para afirmar que el altruismo depende solo del entorno. Como afirman Yosuke Morishima y sus colegas, de la Universidad de Zurich, en Suiza, si hay algo que caracteriza al altruismo es la variabilidad individual. Quien es completamente egoísta y otros, por el contrario, son altruistas en su conducta de cada día. Para averiguar si estas variaciones entre individuos tienen alguna base morfológica en la estructura del cerebro, Morishima trabaja con 30 voluntarios, de ellos 17 son mujeres, con edades de 19 a 37 años y una edad media de 23.3 años. Pasan por dos juegos de ordenador que sirven para detectar su conducta egoísta o altruista y, después, se someten a un escáner cerebral.
Morishima encuentra que el volumen de sustancia gris (zona del cerebro con neuronas) en la unión entre lóbulos temporal y parietal del hemisferio derecho del cerebro tiene relación con la profundidad de la conducta altruista de los voluntarios. A más sustancia gris, más altruismo, incluso aunque las condiciones del entorno no animen a ello. Por lo tanto, el altruismo influyen el entorno y la estructura del cerebro.
Bien, ya hemos visto que el altruismo cambia con el entorno y funciona a través de estructuras cerebrales concretas. Y antes mencionaba que las propuestas que se han hecho para la utilidad del altruismo para el que lo practica van de la espera de reciprocidad y la mejora de la reputación en el grupo hasta el beneficio, aunque no sea directo, del propio altruista. Un caso concreto de conseguir ventajas evolutivas para transmitir los genes propios es el que han investigado Tim Phillips y su grupo, de la Universidad de Nottingham, en Inglaterra. Sospechan, e intentan demostrarlo, que la conducta altruista es importante en la elección de pareja y, por tanto, influye en la selección sexual y en la evolución de nuestra especie. Y, por supuesto y en consecuencia, si esto es así también supone que el altruismo se transmite a la descendencia.
Tim Phillips desarrolla una encuesta y una escala cuantitativa de la conducta altruista y se la pasa a 170 parejas con una edad media de 57.9 años. Los resultados revelan que, cuanto más altruista se considera un miembro de la pareja, más busca la misma característica en el otro. Además, son sobre todo las mujeres las que buscan parejas altruistas. Phillips obtiene los mismos resultados cuando pasa su encuesta a 398 universitarios, con un 47% de mujeres y una edad media de 19.4 años. Ambos sexos tienen muy en cuenta las conductas altruistas aunque, como ocurría con el grupo de más edad, las que más lo hacen son las mujeres.
Los autores proponen que esta búsqueda de altruismo en la elección de pareja, sobre todo en las mujeres, tiene que ver con la dedicación necesaria en la pareja humana para la atención a la descendencia pues las crías de nuestra especie nacen muy poco desarrolladas y necesitan muchos cuidados y tiempo hasta que maduran. El altruismo es un buen síntoma de que se van a cubrir esas necesidades.
*Holland, J., A.S. Silva & R. Mace. 2012. Lost letter measure of variation in altruistic behaviour in 20 neighbourhoods. PLoS one 7: e43294
*Morishima, Y. y 4 colaboradores. 2012. Linking brain structure and activation in temporoparietal junction explain the neurobiology of human altruism. Neuron 7573-79.
*Phillips, T. y 3 colaboradores. 2008. Do humans prefer altruistic mates? Testing a link between sexual selection and altruism towards non-relatives. British Journal of Psychology 99: 555-572.