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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

Frío

Hace calor. Enciende el aire. Hace frío, baja el aire. Hace calor, es como si no estuviera encendido… Esta discusión se repite en cualquier habitación con aire acondicionado y dos personas. Incluso, a veces, la discusión es igual aunque sólo haya una persona. Veamos que hay de cierto en este conflicto interminable.

Según cuenta Eero Lahmuskallio y su grupo, del Centro de Salud Santahamina de las Fuerzas de Defensa Finlandesas de Helsinki, estamos a gusto cuando la temperatura de la piel es de 34-36ºC, sentimos fresco con menos de 29ºC, frío con menos de 25ºC, y frío con dolor con menos de 18ºC, siempre hablando de la temperatura de la piel.

Nuestra frontera con el medio externo es la piel y es esencial en la regulación de la temperatura del cuerpo, que debe ser constante a pesar de los cambios, a veces extremos, de la temperatura ambiental. Así, al baja r la temperatura, la piel debe reaccionar para evitar la pérdida de calor. Se cierran los capilares sanguíneos y la sangre se refugia en el interior del cuerpo; la sangre circulando cerca de la superficie perdería mucho calor. Sin embargo, nuestros sensores de frío están en la superficie y, en este caso, no sólo miden la caída de la temperatura externa sino que a esa sensación hay que añadir la caída de temperatura en la piel por la retirada de la sangre. La sensación de frío es mayor.

Pero todas las personas no tienen la misma sensación de frío al bajar la temperatura, dejando aparte ropas, ejercicio físico y factores externos similares. Por ejemplo, estudiando las temperaturas confortables para un grupo de universitarios ingleses, chicos y chicas de 17 a 19 años, D.P. Wyon y su grupo de la Universidad de Aarhus, en Dinamarca, encontraron que las chicas sienten fresco, ya no están a gusto, por debajo de una temperatura ambiente de 24.5ºC mientras que los chicos sienten fresco por debajo de 23.5ºC, o sea, 1ºC menos.

Es obvio que el sistema de regulación de la temperatura es ligeramente distinto (sólo 1ªC de diferencia) en ambos sexos. Desde el punto de vista práctico, Wyon y sus colegas proponen que, en las aulas, los termostatos se ajusten a la temperatura de los chicos, y que las chicas se abriguen. Vaya.

Si nos vamos a Grecia encontramos algo parecido. A.K. Aggelakoudis y M.G. Athanasiou, de la Universidad de Patras, han entrevistado a 75 profesores, administrativos y posgraduados de su centro, de 21 a 57 años, y les han preguntado por la temperatura en su puesto de trabajo. De nuevo, los hombres piden un grado menos que las mujeres. Es curioso que la temperatura real media de los lugares de trabajo que han encontrado nuestros investigadores es de 26.25ºC. Sin embargo, la temperatura media a la que creen que están los entrevistados es de 24.46ºC, y la temperatura ideal a la que creen que trabajarían más a gusto es de 22.27ºC. Un mundo de insatisfechos o de inadaptados.

Y lo mismo ocurre en China, Nigeria o si volvemos a Finlandia, siempre la diferencia entre hombres y mujeres es de 1ºC. Parece poco pero, como todos sabemos, da mucho diálogo y debate.

*Aggelakoudis, A.K. & M.G. Athanasiou. 2005. Thermal comfort study of occupants in University of Patras. International Conference “Passive and Low Energy Cooling for the Built Environment”, May, Santorini, Greece. P. 263-268.

*Lehmuskallio, E., J. Hassi & P. Kettunen. 2000. The skin in the cold. International Journal of Circumpolar Health 277-286.

*Wyon, D.P., I. Andersen & G.R. Lundqvist. 1972. Spontaneous magnitude estimation of thermal discomfort during changes in the ambient temperature. Journal of Hygiene 70: 203-221.

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Por Eduardo Angulo

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