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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

Dieta sostenible

Comemos y nuestros alimentos provienen de la explotación de pesquerías, de cultivos agrícolas o de prácticas ganaderas y, todo ello en conjunto, da como resultado contaminación y degradación del medio, gasto de energía, pérdida de biodiversidad y otras agresiones al entorno. Quizá es más ilustrativa de nuestra dieta “insostenible”, la comparación entre el efecto ambiental producido por una dieta vegetariana y una no vegetariana como nos lo explican Harold Marlow y sus colegas, de la Universidad de Loma Linda, en California. Cuantifican lo que la agricultura y la ganadería necesitan para producir los alimentos que componen esas dietas: fertlizantes, pesticidas, agua y energía. Lo trasladan a lo que consumen los vegetarianos y los no vegetarianos en cuanto a sus alimentos preferidos, todo ello en California. Y, finalmente, calculan el cociente de los resultados dividiendo no vegetarianos respecto a los vegetarianos. Los primeros gastan 2.9 veces más de agua que los segundos; 2.5 veces más de energía; 13 veces más de fertilizantes y 1.4 veces más de pesticidas. Según los autores, el mayor gasto de los no vegetarianos se debe, es evidente, al consumo de carne pues, mientras que en alimentos vegetales las diferencias nunca llegan a tres veces más, en carne de pollo es de 25 veces más y en carne de vacuno es de 32 veces más. Los autores concluyen que, desde una perspectiva ambiental, lo que una persone elige para comer marca la diferencia.
Investigaciones parecidas y resultados similares se han obtenido en Europa, tal como nos explican Laura Terragni y sus colegas, de la Universidad de Akershus, en Noruega. Es más, el siguiente paso lógico lo dan Annika Carlsson-Kanyama y Alejandro González, del Real Instituto de Tecnología de Estocolmo y del Instituto de Investigación en Biodiversidad y Medio Ambiente de Bariloche, en Argentina, respectivamente, cuando relacionan el gasto en los alimentos de la dieta con el cambio climático. Si este se debe, en parte importante, a las emisiones de dióxido de carbono y sabemos, según estos autores, que, en Suecia, la emisión de CO2 por kilo varía de 0.4 a 30 equivalentes de CO2 según de qué alimento se trate, es lógico que, según los alimentos que consumimos, la emisión de CO2 será mayor o menor. Las dietas ricas en proteínas son, de nuevo, las que más CO2 emiten.
Y ya que lo que comemos contribuye, dirán algunos, a la destrucción del planeta, pues sigamos con Annika Carlsson-Kanyama que nos va a explicar si hay diferencias en esa contribución en cuanto al sexo. Para ello, mide el gasto de energía en hogares en los que vive una sola persona, hombre o mujer, y lo hace en cuatro países europeos: Alemania, Noruega, Grecia y Suecia. Como ya se estarán figurando, los hombres gastan mucho más que las mujeres, sobre todo en Suecia y en Grecia y en viajar, comer y consumir alcohol y tabaco, con diferencias enormes en cuanto al uso del automóvil. El mayor consumo total se da en Noruega aunque no hay diferencia entre los sexos; el menor, en cambio, se da en Grecia pero, como ya he dicho, en este país los hombres consumen más que las mujeres.

*Carlsson-Kanyama, A. & A.D. González. 2009. Potential contributions of food consumption pattern to climate change. American Journal of Clinical Nutrition 89 (suppl.): 1704S-1709S.
*Marlow, H.J., W.K. Hayes, S. Soret, R.L. Carter, E.R. Schwab & J. Sabaté. 2009. Diet and the environment: does what you eat matter? American Journal of Clinical Nutrition 89 (suppl.): 1S-5S.
*Raty, R. & A. Carlsson-Kanyama. 2010. Energy consumption by gender in some European countries. Energy Policy 38: 646-649.
*Terragni, L., M. Boström, B. Halkier & J. Mäkelä. 2009. Can consumers save the world? Everyday food consumption and dilemmas of sustainability. Anthropology of food [Online], S5 September 2009, Online since 10 septembre 2009. http://aof.revues.org/index6379.html

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