Ya hemos visto que el placebo, si se aplica de acuerdo con el médico y aunque lo sepa el enfermo, funciona sobre su estado de ánimo y provoca su mejoría. Según cuenta L. Sher, del Hospital Hillside, de Nueva York, el efecto placebo es conocido y actúa sobre, más o menos, el 30% de enfermos diagnosticados con enfermedades psicológicas y psiquiátricas graves, mejorando su ánimo y conducta. Así ocurre con la depresión, llegando hasta el 70% de enfermos con mejora en el caso de depresiones no muy severas. También se consiguen efectos ansiolíticos en enfermos con pánico. Y en pacientes con esquizofrenia se ha conseguido un aumento en la secreción de endorfinas.
Para varios autores hay una relación estrecha entre el efecto placebo y la secreción de endorfinas en el denominado sistema endógeno opioide. Este sistema está involucrado en el proceso de recompensa del sistema nervioso cuando se producen circunstancias adversas: dolor, cansancio, esfuerzo,… Por ejemplo, el entrenamiento duro del deportista desencadena la secreción de endorfinas que le acaban proporcionando una extraordinaria sensación de bienestar (y, en algunos casos, hasta de adicción). Los receptores de las endorfinas, los que transmiten la sensación de bienestar, son los mismos que se activan con las drogas derivadas del opio. En un post anterior sobre el placebo, comentaba la interrelación entre el efecto del placebo y los circuitos de recompensa en el cerebro; quizá aquí, en el sistema de las endorfinas, es donde se crucen ambos procesos.
En un trabajo posterior, Jon-Kar Zubieta y su equipo, de la Universidad de Michigan, en Ann Arbor, han conseguido que funcionen los sistemas de secreción de endorfinas, localizándolos en las regiones de la corteza cerebral, por medio del efecto placebo sobre el dolor provocado en sujetos voluntarios. Las imágenes obtenidas con el placebo se localizan en los mismos lugares del cerebro en los que hay secreción de endorfinas. En resumen, el efecto placebo y nuestro sistema de recompensa ante la adversidad se cruzan en la corteza cerebral y se influyen mutuamente. Se puede plantear la hipótesis, desde el punto de vista evolutivo, de que el sistema que recompensa nuestros esfuerzos para sobrevivir interacciona con otro sistema que ayuda a la curación de nuestras enfermedades sólo con la secreción de las sustancias, las endorfinas, que nos recompensan; así, el efecto placebo, puede que desencadenado simplemente porque alguien nos ayude o nos dé un trago de agua y hable con afecto, desencadene la secreción de endorfinas y la mejoría en el enfermo y en la enfermedad. Y, quizá por la misma razón, la especie humana se ha dedicado durante toda su historia evolutiva, a buscar, sobre todo en vegetales, compuestos lo más parecidos posible a las endorfinas que tanto nos gustan.
*Petrovic, P., E. Kalso, K.M. Petersson & M. Ingvar. 2002. Placebo and opioid analgesia – Imaging a shared neuronal network. Science 295: 1737-1740.
*Sher, L. 1997. The placebo effect on mood and behavior: the role of the endogenous opioid system. Medical Hypotheses 48: 347-349.
*Zubieta, J.-K., J.A. Bueller, L.R. Jackson, D.J. Scott, Y. Xu, R.A. Koeppe, T.E. Nichols & C.S. Stohler. The Journal of Neuroscience 25: 7754-7762.