Cualquier tipo de acciones que vayan acompañadas de un modo regular por algún estado de ánimo enseguida se reconocen como expresivas. Pueden consistir en movimientos de cualquier zona del cuerpo, como el meneo de la cola en un perro, el encogimiento de hombros en el hombre, el erizamiento del pelo, la producción de sudor, el estado de la circulación capilar, la respiración dificultuosa y el uso de sonidos vocales o producidos por otros instrumentos…
Los movimientos expresivos dotan de viveza y energía a nuestras palabras y revelan los pensamientos y las intenciones de los demás mejor que las palabras, que pueden ser falsas.
Charles Darwin. Las expresión de las emociones en los animales y en el hombre. 1872.
A esta tercera mentira se le alargó la nariz de un modo tan extraordinario que el pobre Pinocho no podía ya volverse en ninguna dirección. Si se volvía de un lado, tropezaba con la cama o con los cristales de la ventana; si se volvía de otro lado, tropezaba con la pared o con la puerta del cuarto, y si levantaba la cabeza, corría el riesgo de meter al Hada por un ojo la punta de aquella nariz fenomenal.
El Hada le miraba y se reía.
-¿Por que te ríes?- preguntó el muñeco, confuso y pensativo, al ver cómo crecía su nariz por momentos.
-Me río de las mentiras que has dicho.
-¿Y cómo sabes que he dicho mentiras?
-Las mentiras, hijo mío, se conocen en seguida, porque las hay de dos clases: las mentiras que tienen las piernas cortas, y las que tienen la nariz larga. Las tuyas, por lo visto, son de las que tienen la nariz larga.
Carlo Collodi. Las aventuras de Pinocho. 1883.
El País de fecha 23 de mayo de 1999 abría una de sus noticias con un extraordinario titular que decía Dos médicos confirman que la nariz crece al decir mentiras. Alan Hirsch y Charles Wolf, de Chicago, en una comunicación presentada en la reunión anual de la Asociación Americana de Psiquiatría, declaraban que cuando una persona miente, los vasos sanguíneos de la nariz se llenan de sangre, de manera que la nariz se hincha. Este alargamiento es difícil de percibir a simple vista, pero el mentiroso siente un leve picor y no tiene más remedio que rascarse la nariz. Como prueba de su tesis, los doctores Hirsch y Wolf presentaron el video de la declaración del presidente Bill Clinton sobre sus relaciones con la becaria Monica Lewinsky, e hicieron notar que Clinton se rascaba la nariz con mayor frecuencia al verse obligado a responder preguntas comprometedoras. Según los autores, que llaman Efecto Pinocho a esta comezón nasal, la declaración de Clinton confirma la genial intuición de Carlo Collodi, autor en 1883 de la historia del famoso muñeco de madera al que le crecía la nariz cada vez que mentía.
En realidad, el trabajo de Hirch y Wolf era mucho más amplio y el picor en la nariz era sólo una de las 23 señales clínicas, verbales o corporales, que se pueden utilizar para detectar si alguien miente. Los autores las recopilaron de 64 artículos y 20 libros que tratan sobre las mentiras. Algunos de los libros que consultaron eran manuales sobre interrogatorios del FBI y de otras instituciones policiales.
Ya Darwin, en su momento, detectó que algunos estados de ánimo se expresan en acciones al parecer irrelevantes. Por ejemplo, la perplejidad se exterioriza con un rascarse la cabeza. Estudios más recientes han demostrado que en los animales también son habituales estas acciones al parecer sin sentido. Son la respuesta a situaciones conflictivas en las que ninguno de los impulsos enfrentados consigue imponerse, y la única manera de reducir la ansiedad es a través de canales que, en definitiva, liberan del estrés y no intervienen en la acción principal.
Sin embargo, a pesar de que sabemos que los estados de ánimo, como la mentira, se pueden descubrir a partir de estos movimientos expresivos, como decía Darwin, somos incapaces de aplicar este conocimiento en nuestra vida diaria. Paul Ekman y su grupo, de la Universidad de California en San Francisco, así lo han demostrado: la mayor parte de las personas sabe si alguien miente o dice la verdad con igual o peor acierto que si lo hiciera al azar.
Tanto es así que mentimos si estamos seguros de que no nos van a pillar. Desde los años sesenta, en todas las encuestas sobre la actividad sexual de hombres y mujeres, siempre eran los hombras los que habían tenido más parejas sexuales a lo largo de su vida: trece los hombres por nueve las mujeres. La mala fama masculina siempre llevaba a sugerir que eran los hombres los que exageraban su vida sexual y, sin embargo, Terri Fisher, de la Universidad Estatal de Ohio, y Michele Alexander, de la Universidad de Maine, han encontrado, para su sorpresa, un resultado totalmente contrario. Son las mujeres las que minimizan su vida sexual declarando menos parejas de la reales. En el experimento que realizaron, con 201 (96 hombres y 105 mujeres) estudiantes solteros y con edades entre 18 y 25 años, un grupo respondía unido a un detector de mentiras (por cierto, también falso), otro grupo sin detector de mentiras y en solitario y el tercer grupo lo hacía delante de un supervisor. Las mujeres, ante el supervisor respondían que habían tenido 2,6 compañeros sexuales de media, con el cuestionario anónimo llegaban hasta 3,4 y en el polígrafo hasta 4,4. En cambio, en los hombres el número casi no variaba e iba de 3,7 a 4,0. En conclusión, las mujeres declaran haber tenido menos compañeros sexuales de los reales; las autoras suponen que es debido a que prefieren ser vistas como poco promiscuas. O a que, quizá, suponen que precisamente esa respuesta es la que se espera de ellas.
*Alexander, M.G. & T.D. Fisher. 2003. Truth and consequences: using the bogus pipeline to examine sex differences in self-reported sexuality. Journal of Sex Research 40: 27-35.
*Darwin, C. 1998. La expresión de las emociones en los animales y en el hombre. Alianza Ed. Madrid. 390 pp.
*Ekman, P., M. O’Sullivan & M.G. Frank. 1999. A few can catch a liar. Psychological Science 10: 263-266.
*Goode, E. 1999. Los estudios muestran que la mayor parte de la gente no puede detectar mentiras. El País 26 de mayo.
*Hanahan, S. 1999. Science of lying. http://www.accessexcellence.org/WN/SU/lying599.html
*Hirsch, A.R. & C.J. Wolf. 1999. A case example utilizing practical methods for detecting mendacity. Abstracts on New Research, American Psychiatric Association.
*Huxley, J.H. & H.D.B. Kettlewell. 1984. Darwin. Salvat Ed. Barcelona. 203 pp.