Amor es, según el Diccionario de la Lengua, entre otras definiciones, Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro con otro ser, y también Tendencia a la unión sexual. Para David Crews, de la Universidad de Texas en Austin, amor es una emoción a menudo asociada con actividad sexual consensuada, con el deseo o incluso el ansia de participación por parte de los individuos implicados. Y concluye que el amor es una emoción humana que tiene su base biológica en la unión sexual de los implicados y en su compromiso con la descendencia. Las primeras etapas del amor están orientadas a un fin muy intenso y específico, asociado con un potente estado de euforia. En general, los investigadores están de acuerdo en que la unión emocional en la pareja sexual, es decir, el “amor romántico” se seleccionó en la evolución debido a la maduración muy lenta de los niños y jóvenes y a las habilidades psicológicas y de conducta complejas que deben aprender, lo que implica más atención por parte de los padres y , además, que la pareja permanezca estable durante muchos años.
El amor es un fenómeno universal, trasciende a las culturas y es, posiblemente, una forma desarrollada de la manera en que los mamíferos eligen pareja para la reproducción. Es más una motivación que una emoción; es diferente de la atracción sexual; cambia con el tiempo; y tiene similitudes con la atracción entre mamíferos.
En aves y mamíferos han evolucionado tres sistemas cerebrales para dirigir el proceso reproductor: el impulso sexual evolucionó para motivar a los individuos a buscar un rango amplio de parejas para la reproducción; la atracción evolucionó para inducir a los individuos a preferir y perseguir una pareja específica; y el afecto evolucionó para motivar a los individuos a permanecer juntos hasta completar la cría de los hijos. Estos tres repertorios de conducta se basan en grupos de neuronas cerebrales diferentes pero muy relacionados entre sí y dirigen los procesos de la reproducción por medio de hormonas y neurotransmisores. Según Helen Fisher, de la Universidad Rutgers, de New Brunswick, la atracción romántica característica de la especie humana y sus antecedentes en otras especies de mamíferos juega un importante papel en la motivación de los individuos para enfocar su energía en el cortejo de una pareja concreta, reservando de esta forma energía y tiempo, y facilitando la elección al no dispersar la atención en diferentes candidatos.
Para determinar el mecanismo cerebral del “amor romántico”, Helen Fisher y su grupo sometieron a una resonancia magnética a 17 personas que se declararon enamoradas. La activación cerebral específica de los enamorados, que se activaba con la observación de una fotografía de la pareja, se detectó en el núcleo caudal del cerebro y, según los autores, en relación con el neurotransmisor dopamina que parece intervenir en el proceso de enamoramiento. En las mujeres enamoradas se activan las zonas de la memoria, atención y emoción; en los hombres, en cambio, se activa la integración de los estímulos y la atracción sexual. Es curioso que algunas de estas zonas del cerebro también tienen que ver con las conductas obsesivo-compulsivas, la violencia controlada y los juegos de azar que involucren intercambio de dinero (y la migraña).
Por cierto, y en relación con las conductas obsesivo-compulsivas, la doctora Donatella Marazziti y su grupo, de la Universidad de Pisa, han encontrado que el nivel del transportador del neurotransmisor serotonina es mucho más bajo en los sujetos que se declaran enamorados en relación con los no enamorados y que, además, ese nivel es asombrosamente parecido al de quienes padecen desorden obsesivo-compulsivo. La doctora Marazziti opina que existe una gran similitud entre una obsesión y la idealización sobrevalorada de la pareja típica de los recién enamorados.
También hay investigadores que consideran que el “amor romántico” es más bien una propiedad emergente, durante el proceso evolutivo, del sistema nervioso autónomo, de funcionamiento involuntario, controlado desde la médula espinal, el tallo cerebral y el hipotálamo, y que dirige los sistemas y aparatos del cuerpo, es decir, nuestras vísceras. En mamíferos, el sistema nervioso autónomo evolucionó en una primera etapa en la que, ante el peligro, reaccionaba parando la digestión y rebajando el metabolismo o, lo que es lo mismo, inmovilizando al animal. Posteriormente, en la etapa siguiente, evolucionó hacia una aceleración del metabolismo y un comportamiento de “lucha o huye”. Y la tercera etapa, que aparece únicamente en mamíferos, regula el ritmo cardíaco y permite una adaptación rápida y flexible a los cambios en el entorno.
Para Stephen Porges, de la Universidad de Illinois en Chicago, el cortejo y la formación estable de la pareja dependen de que el sistema nervioso autónomo desactive el proceso de inmovilización por miedo y el sistema de “lucha o huye” y active un nuevo sistema, el “amor romántico”, que lleve a la seguridad y la confianza en el otro. En el sistema nervioso, el control llegaría de la comunicación entre las neuronas del hipotálamo y de la médula espinal que controlan el sistema nervioso autónomo.
Y también se ha propuesto que hay algún gen relacionado con el “amor romántico”. En ratones de la pradera se ha demostrado que su conducta monógama puede estar relacionada con cambios en la actividad del gen llamado AVPR1A. Este gen tambuién está presente en la especie humana, lo que ha llevado a proponer a Enzo Emanuele, de la Universidad de Pavia, que se debería estudiar este gen en relación con el “amor romántico” tal como se puede cuantificar ya según la Escala de Creencias Románticas, diseñada en 1989 por Susan Sprecher y Sandra Metts, de la Universidad del Estado de Illinois. En este test, desarrollado a partir de las respuestas de 730 universitarios norteamericanos, se demuestra que hay cuatro creencias dominantes en nuestro (norteamericano) concepto del “amor romántico”: El Amor Siempre Encuentra Su Camino, Uno y Sólo Un Amor, Idealizamos a Nuestro Amor, y Existe El Amor A Primera Vista (con estas mayúsculas en el original). Además, las autoras concluyen que los hombres son más románticos que las mujeres.
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