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Orgullo

Continuamos desentrañando todo ese manojo de sentimientos que alberga nuestra mente.

Toda esta serie de sentimientos, por una parte son, los que realmente forman nuestra personalidad, aunque nuestra mente, con su automático, en muchas ocasiones nos “engaña” no dejándonos ver la realidad.

Nosotros solemos dejar llevarnos por el “automático” de la mente, en ocasiones tenemos sobre actuaciones o mini actuaciones, a los estímulos que recibimos de las personas y situaciones que nos rodean.

En esta ocasión trataremos del sentimiento del orgullo.

El orgullo, como casi todos los sentimientos, tiene trampa, por una parte, si miramos su definición, es un sentimiento que nos afirma y nos auto valora…

El orgullo lo podemos definir como el sentimiento de satisfacción, por un buen comportamiento o algo que hemos realizado bien.

Ese sentimiento que sentimos al dar una limosna, si hemos hecho un huevo frito y nos ha quedado perfecto, si miramos ese cuadro que acabamos de pintar y nos gusta…

Visto lo visto, todos debemos tener orgullo, cuanto más mejor ¿verdad?

Pero ahora viene la trampa…

Orgullo lo podemos definir como el exceso de valoración propia, gracias al cual nos consideramos superiores a los demás, su sinónimo podría ser soberbia.

Ya que antes os contaba el ejemplo de pintar un cuadro, justamente el que ilustra este post lo he pintado para este artículo (lo termine ayer), la verdad, sinceramente me gusto como quedó, pero con ello también se con certeza que no terminara en un museo, simplemente me gusto a mí, que os guste a vosotros o no, eso es decisión vuestra, que muchos de vosotros representaríais el orgullo de forma diferente y probablemente mejor, también, aunque también habrá quien lo haga peor o simplemente no sepa por dónde empezar.

También es posible que la persona que menos idea tenga de pintura, para eso sea un negado, pero en cambio puede ser un importante neurólogo, cocinero, arquitecto, etc.

Nuestra mente es muy hábil en ponerse ropa y mascaras que confunden nuestro razonamiento.

Sigmund Freud denominaba el “yo” como una instancia psíquica a la cual llama ego.

El ego es el amor de una persona por sí misma, en definitiva sinónimo de orgullo o soberbia, palabras que realmente no son sinónimas pero tan entrelazadas que es difícil saber donde comienza una y termina la otra.

A mayor ego u orgullo tiene una persona, suele ser más egoísta, se interesa más por su bienestar y le importa menos el bienestar del mundo que le rodea.

Cuando el orgullo es muy grande, nos crea un sentimiento de superioridad, ambición exacerbada, egocentrismo… lo cual consigue estropear las relaciones con las personas que nos rodean.

El sentimiento de orgullo, el cual retroalimenta nuestro ego, nos hace sentir infelices, aunque consigamos muchos logros, al precio que sea, mina nuestra relación con los que nos rodean y nos genera infelicidad, descontento y deseo de poseer más…

Mas poder, más dinero, mas de todo, llegando a siendo un triunfador considerar que se es un fracasado.

Cuando somos capaces de evaluarnos racionalmente, no necesitamos un ego exacerbado, ni un orgullo desmedido, ni tenemos que ser más que nadie, ni tener más que nadie, simplemente somos nosotros.

Esto no significa que no debamos tener ambición de mejorar o de tener más cosas, mas poder, más dinero… pero que esa ambición jamás llegue a ahogarnos, no dejándonos disfrutar de lo que si poseemos.

El ego, junto con el orgullo nos empujan a un maravilloso sentimiento “el egocentrismo”, un sentimiento que nos hace creernos el Rey Sol, por lo cual tanto la Tierra con todo su contenido, al igual que los planetas, giran alrededor nuestro… que maravilla, somos tan grandes como el Sol…

¿Seriamos felices siendo egocentristas siendo el Rey Sol?

¿Sabéis la única respuesta correcta?

La única respuesta correcta para una persona egocentrista es “NO”, si es el Rey Sol y los planetas giran a su alrededor, tendrá un gran problema…

Sencillamente el Rey Sol (egocentrista) no es el centro del Universo…

Otra cuestión curiosa, esas personas súper orgullosas, detrás de esa coraza de arrogancia y prepotencia, suelen ser personas débiles con un yo muy débil que han de fortalecer demostrando superioridad y poder.

Estas personas suelen reaccionar neuróticamente y con rabia desmedida cuando se les menosprecia o se les ridiculiza con un gran afán de venganza.

Cuando se sienten atacadas llegan a deprimirse y su propia autoestima suele quedarse muy dañada, con ataques hostiles, miedo y angustia, lo cual les hace considerarse infravaloradas por el mundo y por ellas mismas.

Para superar el orgullo desmedido que consigue dañar a la persona orgullosa y aleja a las personas que la rodean, la mejor solución es admitir que no es necesario ser egocentristas, ni tenerse idealizadas ellas mismas, centrarse en la auto valoración, tomas unas buenas dosis de humildad sana, valorar a los que los rodean y conseguirán, con paciencia, ver que los que los rodean, los empiezan a valorar por lo que realmente valen.

 

 

 

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