Me sorprende que haya dudas entre gente de Iglesia, sobre si hay que hablar o no del desastre humanitario de Ceuta –se dice- “con lo difícil que es resolverlo” Si el motivo del silencio es que la Iglesia no sabe qué hacer o que lo que sabe, no se atreve a hacerlo, que lo diga. Pero callar, nunca. Humildes, siempre. Sinceros, siempre. Con la verdad de lo que uno hace o no hace, siempre, pero ¿callar? ¿De dónde sale este catolicismo que reclama callar porque la política es una gestión realista de las cosas, o porque tampoco uno hace demasiado para evitar estos desastres humanitarios?
¿Cómo que callar? Hablar bien alto y adquirir los compromisos que podamos, o reconocer las traiciones que cometemos, pero ¿callar? La gente que esto reclama no lee el Evangelio. No me avergüenzo de ser pecador –ante todo- sino de callarme ante el pecado social para que no se note el mío. ¡Por favor, qué es esto! Hay que hablar, y denunciar, y aclarar, y ver dónde están las causas, y exigir su remedio, y adquirir compromisos, … y si no es posible la política de otro modo, irse. Nadie está obligado a estar en los aledaños del terror. ¿Quito estas dos últimas palabras? No.
Pero es que hay formas de dar pasos, y Europa lo sabe, y España sabe que Europa lo sabe, y lo sabe Marruecos,… alguien habrá de exigir pasos y medidas, y esos somos nosotros, los ciudadanos de Europa por delante. Por el camino que vamos,… que si “esto es difícil”, esto “es imposible”, y “tú menos”, y “no hay para todos”, y “pobres gobernantes”…. oremos ante el Santísimo Sacramento del altar por el eterno descanso de los finados y para que termine el hambre en el mundo, Padrenuestro. No me pilláis por esa religión alienante donde las haya. Nadie quiere ir ya por ahí en la fe y con los ojos tapados. Dicho con respeto a la conciencia de todos, siempre.