Vuelve el nuevo “Cardenal” a los periódicos, y amplia conceptos y temas. Esta vez, sobre el aborto está mucho más fino. Se ve que ha pensado que se le fue la mano en el primer momento. A mí me parece más clarividente. (La pregunta sobre “qué mujer en su sano juicio …”, pura retórica que no aporta nada, y enreda). En lo demás, lo comprendo. Si él lo sabe todo con certeza absolutamente inequívoca sobre el amor, el matrimonio, la homosexualidad, la sexualidad humana, la procreación…. , es lógico que nos muestre a lo mortales la evidencia que la razón humana le dicta. Nosotros, ¡pobres!, podemos tener alguna inquietud sobre si la antropología “natural” fundamenta tan exacta y rotundamente, cada una de nuestras convicciones cristianas sobre esos bienes morales, o si la fe las asume con una particularidad y exigencia propias. Pero, claro, si uno lo ve todo con claridad meridana y absoluta a la luz de su razón natural, ¿qué harán (haremos) los demás ciudadanos? Sólo les queda pedir perdón por ser torpes o ser indignos, ya que mala intención no nos he dado asignarles. ¿Y la fe? La fe es magnífica, pero al parecer en el desvelamiento y asunción particulares de estas certezas antropológicas no cuenta, ¿o sí? Y si es sí, ¿por qué no se dice cómo la fe afecta a la razón en la interpretación de estas certezas? Y si es no, ¿cómo es que unos humanos saben de lo humano natural, mucho más y antes que todos los demás? Me parece muy bien que alguien sea muy claro en sus convicciones, pero tiene que dar cuenta pública de cómo llega a ellas y admitir que otros, – desde la razón natural -, no lo vean como él; en el límite, no existe en esas cuestiones esa certeza antropológica absoluta sin convicciones de fe. Allá cada cual con la pereza intelectual  que estos enredos de la condición humana común, le den. Vamos despacio que tengo prisa.