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También Mandela fue un político

También Mandela fue un político

A propósito de muchas de las alabanzas al admirable Nelson Mandela, y por comparación, de las críticas a los políticos que han acudido al funeral, sería estúpido por mi parte no reconocer que las comparto. Me rindo con gusto absoluto a esta personalidad inigualable.

Pero las críticas a los políticos reales que han acudido a sus funerales, – desde tantos países y con distinta legitimación de su poder -, me hacen caer en cuenta en un detalle. No veo cómo los críticos librarán a Mandela de juicios tan negativos y generales sobre la clase política, pues cuando éste alcanzó la Presidencia, hizo política en el concierto internacional dentro de unos cánones aceptados. De verdad que no recuerdo bien, pero no tengo en la memoria que Mandela fuera un “radical incontrolado” en la política internacional. Con lo cual quiero decir que la política tiene unos mínimos de flexibilidad negociadora que no pueden ignorarse desde la ética de las convicciones. Cuando se olvida esto, nos escapamos de la política a los ideales, y lo hacemos sin estrategias de ida y vuelta. Un fracaso moral y social.

A los políticos les va la marcha, y su doblez está a la orden del día, pero no pocos tienen un temple que necesitamos para sacar adelante lo común. Esa fortaleza de carácter es muy vital para gobernar, y no la solemos reconocer. Pensamos que cualquiera de nosotros estaría en el lugar de Obama, y no es así. Conozco a mucha gente que se pierde solo con tener que ocuparse de un encargo menor de empresa, o con cuidar la productividad de una inversión mínima. Esto no los hace dignos, ni libres de crítica, pero hay que valorar su papel y echar a los que no dan el perfil mínimo de dignidad. Su fuerza mental, – la de muchos políticos -, es un capital que no se puede despreciar en la sociedad civil.

Tengo una idea más positiva del personaje político como concepto que la mayoría de la gente, y no creo que cualquiera vale para ello, -aunque sea un santo moralmente hablando -. Requiere un carácter especial, y en la virtud, está la tentación y el defecto de perderse en realismos, pactos y corrupciones. Por eso la sociedad civil, – nosotros -, tenemos que afinar mucho en los reparos a la política y a los políticos, y discernir para echar o apoyar. En las distinciones está el acierto. También en esto. Incluso pienso que fallan más las estructuras políticas de poder, – las que nos birlan la democracia en serio -, que las propias personas de la política. Y lo mismo pienso en economía, en sociedad y hasta en religión.

No separo, pero la sociedad civil tiene su lucha en las reglas y estructuras democráticas justas, mientras que la veo ensimismada en las personas. Los dos términos son vitales, – lo diré mil veces -, pero la sociedad civil tiene que volcarse ya en las reglas y las estructuras de justicia social. Por eso el poder quiere resolver esto o aquello con dos dimisiones o sentencias condenatorias, – cuando se dan -, y nos cuela sus reglas y sus estructuras de injusticia: su matriz.

Opino. Saludos.

J. Ignacio Calleja
Profesor de Moral Social Cristiana
Vitoria-Gasteiz

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Sobre la vida social justa, sin dogmas

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diciembre 2013
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