Cuando se ha habla de los derechos humanos con sentido retórico, sin atender a sus condiciones de posibilidad en cada lugar; cuando se proclama que se está por la vida siempre y de todos, hay que considerar negaciones tan reales y asumidas como ésta:
“No existe ninguna razón biológica para que la esperanza de vida varíe hasta más de 40 años de un país a otro, o para que varíe dos decenas de años, en una misma ciudad, dependiendo del barrio en el que uno viva. Las condiciones sociales en las que las personas nacen, crecen, trabajan y envejecen determinan su buena o mala salud“.
Esta es la principal conclusión de un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), presentado en el 2012, en Ginebra, tras tres años de trabajo.
Cuando leo por tantos sitios, que las estructuras sociales justas son subordinadas respecto a la vida espiritual, en el logro de una vida digna para todos, pienso, ¡ufff!, ¡qué pocas carencias de lo elemental han tenido estos “maestros”! En fin, prefiero pensar en un “y más y”, y olvidarme de primero y segundo.
En algún sitio he leído, que en la antigua Unión Soviética (“Rusia”), el paso del viejo socialismo colectivista al modelo capitalista actual, ha significado una reducción de unos cinco años en la media de edad de la población. Que nadie saque de mis palabras conclusiones contra la democracia; sólo pienso en que los procesos de cambio social siempre tienen un precio bien duro para el pueblo llano; la peor parte en la herencia, ya se sabe de antemano quién la va a tener; cuanto más pobre es la gente, más duros son los efectos sobre ella; si el proceso de cambio es querido por casi todos, sucede esto; y si es impuesto desde el poder, entonces mejor no contar lo que sucede; a la crisis de España me remito; y, por supuesto, un precio ignorado o callado. (¡Porque como el problema es de falta de fe en Dios! Bueno, sí, pero no; no, hay mucho trecho entre la crisis espiritual y la crisis material, y hay que contar sus claves de imjusticia social; lo otro es saltar en “parapente”).
La realidad de los derechos humanos, desde los más débiles y pobres, es un mar de silencios en la información y enseñanza oficiales. – (Claro que lo de “democracia” en la Rusia de Putin, es mucho decir; si bien, dado lo que pasa por toda Europa, tampoco desmerece definitivamente) -.
Y no tengo que ir hasta la nueva Rusia en el ejemplo puesto; callamos pero se sabe que la sociedad española perderá con certeza varios años, en la media de edad que hoy alcanza su población al morir, – 83 años en las mujeres, y 75 los hombres, aproximadamente -. Cuando pase lo peor de la crisis actual, – mejor aún, cuando nos adaptemos a ella -, y se verifiquen sus consecuencias sobre nuestra salud y la media de vida, las cifras van a ser otras. Se sabe desde ahora y bien. Los derechos humanos, su respeto, tienen esta condición dinámica en muchos de ellos: hoy no parece que pase algo definitivo, y en treinta años, son evidentes unos efectos tan graves como injustos. ¿Para todos? No tanto, no; para los más pobres y vulnerables, sin remedio y ante todo.
Eran un par de ideas, hilvanadas con algún criterio moral, y abriendo boca al día internacional de los derechos humanos, que son todos; todos los derechos, de todos, y todos los días.
Paz y bien