¿Por qué tenemos que ser buenos? Además de cómo, lo cual es más difícil, no deberíamos despreciar la preguntar por el porqué. Cuando yo digo que hemos de preguntarnos “por qué ser buenas personas”, no estoy interrogando a nadie, sino que es una pregunta que me hago yo; es pedir que demos base razonable a nuestras opciones ética y personales; y esto para poder contarlo a otros y a nosotros mismos.
Lo que importa es la vida de compromiso por la justicia y la dignidad, claro que sí. Pero hay docenas de corrientes de pensamiento, y miles de pensadores, y millones de personas en la opinión pública, que ven el cristianismo y a los mejores cristianos como “activistas de un buenismo moral tan valioso como opcional y particular”. Yo digo que hemos de salir al paso de esta ideología tan escéptica y dar cuenta del fundamento profundamente antropológico de nuestra vida. No sólo religioso, sino en continuidad o mezcla, antropológico y común.
Por eso importa tanto referir la dignidad de todos, y especialmente la de los excluidos y víctimas, a alguna experiencia humana común e incondionada. A la medida de los humanos en cuanto a cómo la captamos y describimos, pero común e incondicionada. Que nadie así la pueda ignorar. A esta referencia ultimísima muchos le llamamos fe, algún tipo de fe, al fondo de la incondicionalidad de la dignidad humana de todos y siempre; algunos la traducen como fe en Dios, y hacen de ese Dios un ídolo a la medida de una religión; hay que criticarlo; pero reconozcamos que no es fácil obviar algún tipo de fe, con minúscula o con mayúscula, al fondo de la incondicionalidad de esa dignidad humana. Son cuestiones que manejan los filósofos en sus discusiones, y que los teólogos reciben prestadas dela filosofía. Muchosde ellos, totalmente ajenos a una Fe, reconocen que hay una fe sin explicitar al fondo del compromiso con la digna humana de forma incondicional.
Es por tanto, en principio, un tema laico, que nos afecta a todos. Lo cual no significa que todos lo vamos a tratar con el mismo detalle o que vayamos a abandonar la vida para pensarlo. Yo sólo digo que pensarlo es una parte de la vida, y no hacerlo, una manera de aceptar cierta alienación en el lucha por la justicia como cristiano o como humanista. Es como si yo dijera, tengo una razón para mí, y me sobra. Alguien me diría, muy bien, pero es tu razón. Yo, sin embargo, aspiro a que mi razón se vea como razón común por sus motivos, que desazone a los que me interpelan, no por la fuerza.
A la luz de esa condición inalienable de nuestra dignidad, exigible es tambiénla ética. No como el derecho, que lo es ante los tribunales de justicia, sino antela conciencia. Pero exigible esla ética. Lo que no es exigible, no es ética, sino invitación a la santidad o a la perfección en torno a un ideal particular; pero la ética, siempre es universal en lo que pretende y exigible. La diferencia con el derecho está en que siendo ambos exigibles en su propio ámbito, el derecho lo es mediante la fuerza de la ley, y en su caso, la pena o sanción; y la ética mediante la obligación de conciencia. Son modos muy distintos, pero ambos obligatorios.