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Memoria viva del 3 de Marzo en Vitoria-Gasteiz

 

¿3 de marzo en Vitoria-Gasteiz? No quería intervenir en este tema, pero la tentación es fuerte. Yo estuve allí, en todas las asambleas de San Francisco, y en la del 3 de marzo; era joven y corrí mucho en la estampida; recuerdo perfectamente por qué puerta de la iglesia salí y en qué portal de Reyes Católicos me refugié. Corríamos arriba y abajo por la escalera de la casa y la gente nos abría sus pisos. Esto no me da más razón moral sobre aquellos hechos, ni me la quita. El 3 de marzo es de todos los que creen y están por la justicia. Y no se ha hecho justicia, no se ha hecho, y es imperecedera.

 

            Creo firmemente en la justicia, pero no puedo digerir actitudes de odio o venganza; quiero creer que en minorías; lo creo y es inevitable, no está bien; no es que yo sea bueno, es que no puedo con la justicia que sustenta sentimientos enfermos de odio después de cuarenta años. Me pasa con todas las memorias históricas: las encuentro tan justas como dislocadas en demasiados. Aquella lucha social era legítima por democrática y justa por sus reivindicaciones obreras, pero era y es discutible en su ideología global. Yo estaba de acuerdo, y en gran medida lo estoy todavía, pero los asesinados no sacralizan mis ideas sociales y, menos aún, las ideas nacionales de nadie. Ni ayer ni hoy. No va todo en el mismo lote. Debo diferenciar y lo hago. Lucha social y justicia para las víctimas, sí, sin silencios para nadie; ideologías globales, libertad de opinión.

 

            Y no puedo con el odio para conseguir la justicia. Ya lo he dicho. En cristiano, no cabe. (Respeto la rabia de las familias, cuidado). Que así, con esos criterios, perdemos la lucha social y política. Puede ser. Que la derecha social se aprovecha de las buenas intenciones morales, puede ser. Quizá algo de esto paso con Jesús, ¿no? Astutos como los hijos del mundo, y nobles como los hijos de la luz -decía-, pero cómo.

 

            Creo que en cristiano es posible exigir justicia sin merma ética para la ciudadanía. Y en ética social democrática, también. Tal vez deberíamos celebrar la memoria de aquella masacre de alguna forma propia en aquella iglesia; no en alternativa, abierta a todos, pero con la especificidad cristiana ante la justicia inaplazable. Hay otro modo más ético de memorizar la historia de la justicia. ¿Sería crear división social? Puede ser. El evangelio, de todos modos, interpela y divide, y debería hacerlo más veces.

 

            Para tener los mismos sentimientos del fascismo en la lucha social contra ellos, me busco la vida justa por otro camino. He dicho los sentimientos, no las prácticas ¡Cuidado! Y digo, lo intento. Por eso amo tanto la política justa, y no valgo para ella. 

 

José Ignacio Calleja

Vitoria-Gasteiz

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Sobre la vida social justa, sin dogmas

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