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En cristiano

Padrenuestro en Barcelona

 

            Al saber del uso irreverente de nuestro padrenuestro, en un acto oficial del Ayuntamiento de Barcelona, el enfado es lo primero que nos viene a los católicos a la cabeza. Pero yo no me lo tomo tan a la tremenda. Alrededor de la política se mueve mucha gente con dificultades muy grandes para respetar a los otros. Va en el espíritu combativo de los personajes. Ganar y conservar el poder, sobreactuar a su alrededor, es un objetivo de vida o muerte para demasiados. Temibles.

 

            La actividad política que tanto defiendo y aprecio en su necesidad social y moral, en la práctica es un mundo de conciencia muy limitada en muchos de sus actores y pautas. Se molestan si lo dices, pero es así: si te gobierna el PP, no sabe hacerlo sin cobrarse el sueldo de varios modos, los legales y los ilegales; la corrupción cobra mil formas, se hace estructural y la gestión general presume de eficaz para parir un ratón, y contra los vulnerables. Si te gobierna el PSOE, la corrupción cobra (casi) otras mil formas y su gestión te lleva a la ruina en cuanto hay dificultades de caja. Si te gobiernan los que ahora llegan, todavía no sabemos de su eficiencia económica y social, pero de sus dificultades para respetar a los otros en sus convicciones religiosas, esto ya lo sabemos de muchos.

 

            La izquierda social más gritona tiene muchas dificultades para criticar y respetar a la vez a las gentes con idearios religiosos. Ahora hablamos de ellos; otro día será de nosotros. Criticar y respetar a la vez. Esto es así para todos. La diferencia de ideas salta del debate a la mofa, sin solución de continuidad, y de aquí al argumento ad hominem sin reparo. Desde luego, la solución no está en decir que “con el Islam no os atrevéis”, porque al cabo es un signo de calidad ética que se atrevan con el cristianismo: están reconociendo que nuestro sentido de la justicia en los medios de respuesta es noble; que será a la medida de la dignidad nuestra y suya. Esa convicción ajena sobre nosotros, nos honra y me alegra comprobarlo. Debemos cuidarla.

 

            Luego esto de Barcelona no me lo tomo a la tremenda, sino que intento situarlo en su contexto: éste es el país y su momento, ésta es la gente que lo dirige, ésta es la dificultad en muchos de respetar al distinto, ésta es la soberbia de buena parte de la izquierda en la cultura. Tranquilos. No son pocos los intelectuales de izquierda que ejercen como liberados en casi nada, para liberar de la nada, y a la fuerza, a quienes no se lo han pedido. Tranquilos. La derecha es más elitista y sus desprecios, parecidos, se le notan menos. Tranquilos. (Mañana hablaré de nosotros, hoy no toca).

            ¡Calma! Todos los creyentes sepan de su derecho a creer y ser respetados, y crezcamos, más y más, en opciones sociales de justicia y solidaridad ejemplares en la crisis. Por ahí va el Evangelio, lo que de veras nos importa para anunciarlo entero. Podemos mejorar.

 

            Así que ante lo sucedido y por venir, yo lo vivo con calma, porque la cultura, y la cultura religiosa también, es fuerte en la respuesta por la justicia, y fina para no repetir la vacuidad y el atropello de algunas vanguardias culturales subvencionadas. Eso queremos evitar. No es fácil enfadar a los cristianos por una mofa, no debería serlo.

 

            Calma, fortaleza y a mejorar.

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