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En cristiano

Por qué la religión y su moral es un asunto privado y público. Y cómo.

            Un comentario en el tema, una vez más, XXX, con el que puedo cansar. Revisa tu texto, y si el amigo XXX, con todo respeto, es la última palabra sobre cómo y dónde busca la felicidad la religión, como mínimo es un argumento pobre y discutible. XXX estará contento, pero no creo que se tome por referencia obligada en el tema. Después confundes creencias y valores, y dices que se manifiestan a través de los partidos; y tampoco es eso; las creencias se manifiestan democráticamente por quien quiera, tomando la fuente o inspiración de donde estime, con respeto de la dignidad humana de todos; y los valores y normas morales, estos sí, han de ser democrática y argumentativamente expuestos por todos, sin parapetarse los creyentes en la revelación y los no creyentes, en una racionalidad sólo para los liberados de la fe. Los valores, y su concreción en normas morales o éticas universales y precisas, son tarea de todos, argumentando todos, y concretando todos, sus mínimos de interpretación y su práctica social. Logramos certezas éticas en la vida civil, a la medida de los humanos, no de los dioses; tampoco los creyentes somos dioses.

 

 

            Ambos, creyentes y no creyentes, tienen (tenemos) obligación ética de dar razones humanas para calificar, de bueno o malo, esto o aquello. Y tienen (tenemos) que poder entenderse, aunque no se pongan de acuerdo en su fundamento último y en algunas concreciones de la excepción; pero el lenguaje moral como argumentación, tiene que entenderse; y no vale que la fe nos haga escapar a una verdad que otros no ven, fuera de la religión, o su contrario, que la razón de un creyente ya no vale como razón, porque está prisionera del dogma. Quizá sí, quizá no, pero hay que probarlo en cada caso. En la vida civil, el argumento de razón humana es el que vale, pero lo puede dar de la misma calidad el no creyente y el creyente. Basta que el creyente no confunda planos y el no creyente no despache el tema sin haberle escuchado mostrado sus carencias.

 

 

            Que la experiencia histórica sobre las religiones y su aportación a la moral pública civil, o “ética civil común”, sea muy negativa, de acuerdo; que su aportación a través de la ética, además de apelar a la revelación -fuente privada-, ha de apelar a la razón humana argumentadora y común -fuente pública, laica y común-, sin duda. Si alguien no apela a esta razón, está hablando como predicador, y su palabra solo vale en ese plano; no aporta nada como moral civil. Tiene que añadir por qué es humano eso que dice y cómo le puede explicar su valía humana a otros que no tienen fe, o que teniéndola, se exigen una moral para adultos. Luego no es la religión la que te saca del diálogo ético democrático y laico, sino la minoría de edad de muchos creyentes al saltar de la religión a la ética civil sin red, sin argumentos de razón humana que hagan de su postura digna de escucha y muy digna, o sencillamente, ni plantearse esto de la moral civil y sus fuentes.

 

 

            Que a la sociedad plural y laica le importa esta ética religiosa y la propia religión, también. O sea, que a través de la ética civil -a la cual digo que está obligada a hacer su aportación argumentada humanamente la ética religiosa-, la religión no es sólo un asunto privado; tampoco lo es como religión, en cuanto que puede extenderse según la libertad de expresión y los derechos humanos de todos los hablantes y ciudadanos, predicándose como fe. Por fin, la moral religiosa, si tiene exigencias concretas propias, ¡si las tiene concretas, en condicional!, -pues no pocos pensamos y razonamos que las llamadas exigencias morales propias de la religión cristiana, cuando difieren de las de la moral civil, no son normas morales propiamente hablando, sino llamadas a la santidad o perfección religiosa que se sitúa en otro plano que el normativo como moral-, si tiene, decía, no hay que equivocarlas con la moral civil común, ni sustituirla. Hay que sumarlas a ella con razones de humanidad, y si no, el camino no vale en la democracia plural y laica.

 

 

            Por eso, nosotros, muchos creyentes, hablamos de los mínimos de moral humana o lo humano básico, común e irrenunciable -la moral civil-, y los máximos de perfección cristiana -lo que se espera del santo- y, en el humanismo agnóstico- del héroe. No hay que confundir estos dos niveles. Lo hacemos a diario.

 

 

            La religión, así, no es un asunto privado, su moral tampoco; la historia de su presencia social es dolorosa, pero no son un asunto privado, sino las dos tan público como quieran los ciudadanos libres; eso sí, en cuanto a la moral, obligatoriamente por los cauces de argumentación ética y de validación política de la democracia. Lo repito, la primera, la religión, se hace pública, respetando las leyes libres del espacio público plural, como todo discurso cosmovisional; es pura predicación de ideas; y la segunda, su moral religiosa, colabora a la moral civil, compartiendo sus concreciones con argumentos de razón humana que todos puedan entender, y participando de la ley con la forma que digan las mayorías, con respeto de las minorías y, en los supuestos, de los derechos fundamentales de todos. Aquí la cuestión de la objeción de conciencia, etc.

 

            Me alegraría haber aportado algo para el debate. Un saludo.

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