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“Creemos en Europa como la casa común en la que todos los pueblos y todas las naciones tengamos nuestros propio espacio, nuestra propia habitación, sin que tengamos que vivir de alquiler y sometidos a un propietario que, por no dejarnos, no nos deja ni cambiar las cortinas”…,”Pedimos una Europa que piense más en las personas“… “que rescaten a las personas con el mismo interés con el que antes rescataron a los bancos”, proclamaba hoy Andoni Ortúzar en la ya inminente campaña electoral al Parlamento Europeo.
Cuando entro en casa, pienso un poco, y me pregunto si ellos le dan una vuelta a sus palabras. Quiero decir que, si yo pienso en las personas, a lo mejor no puedo pensar de mi pueblo como vengo haciéndolo, a lo mejor lo que pido para mi pueblo hace sufrir a otras personas, a lo mejor… Pero claro, ya lo entiendo, se refiere a las personas de “mi” pueblo, y se sobreentiende que los demás harán lo propio; da por hecho que las situaciones de partida para las personas y los pueblos son análogas, y si no, que cada palo aguante su vela.
Los nacionalismos constituidos en Estado, y los nacionalismos con aspiración de constituirse en Estado, argumentan igual. Todo es por el bien de las personas, pero eso sí, las mías, las de mi nación… si hay otras, será su problema -no nos incumbe-; les deseamos lo mejor, pero no conmigo ni con lo mío. Y por supuesto, para ser más libres, más eficientes y más solidarios. Lo primero y lo segundo, es posible; lo tercero, no. No hay nadie que busque la constitución de su nación como Estado, para ser más solidario con los demás; y menos con los que tiene cerca. Las cosas como son. Soy realista y hasta cierto punto lo entiendo. Pero de ahí a creerme lo de la lucha nacional por solidaridad con las personas, no. Con las mías, y si acaso. ¡Qué mal se lleva el nacionalismo con la solidaridad y cuánto se esfuerza en negarlo!