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El serial de ETA en los comunicados de cada sábado

 

            Sábado, 8 de febrero, día festivo, día de comunicado. ETA nos pone tarea. Es como un puzzle. Unos detalles por aquí que Gara nos cuenta en su edición digital, alguna declaración pronunciada con desgana por políticos pillados a contrapelo, y la gente a lo suyo. Mañana en papel, el texto completo. O ¿ha sido hoy? De veras que es un lío. Parece un serial. Ya no sé qué capítulo toca o si es reposición.

 

            Es difícil saber a cuántos les interesa que ETA haya sacado otro comunicado, o lo vaya a sacar mañana, – ya no me aclaro -, o si este precede a uno próximo más importante, – como decía Egibar -. Comprendo que a las víctimas se les revuelvan las tripas. A mí también, pero sigo a ver si esto puede terminar de una vez. Aquí mucha gente está por leer los comunicados y darle una salida al “proceso”. O bajar la persiana con orden, que dicen otros. El problema es la dignidad y la justicia en esto mismo. Y por el momento, ETA pasa olímpicamente de esos principios. Yo estoy convencido de que la razón mayor no es “chulería o no chulería”, sino los votos de la izquierda aberzale. ETA los considera suyos. Es lo que hay, y a partir de aquí, lo demás. ¿Lo son? Seguramente. En el límite, sí. Sabe muy bien que no está sola: no la van a abandonar los suyos, ni sus contrarios van a descuidar cómo termina esto. Hay mucho voto en juego.

 

            De verdad que es muy difícil decir si este modo de proceder a cámara lenta de la política en torno a ETA es necesario o no. Hay que estar al día en eso de la resolución de conflictos para entender la lógica del tema. Visto moralmente no tiene un pase. Es más sucio que el agua de fregar en una ferrería. Repugna a cualquier estómago medianamente sensible. Y como dicen que la resolución de conflictos tiene su diccionario, pues tampoco puedo negar el pan y la sal a quienes a ello se entregan con celo. Me gustaría que fuera sin interés político de partido, pero esto es como decirle a los niños que razonen por qué no es bueno un profesor exigente, y que lo hagan sin interés particular. (Es lo que pienso de algún prohombre de la Iglesia, que lo hace sin intereses políticos. A la medida de los humanos, claro. ¿Acierta? Por lo menos, debemos escucharle en serio. Yo lo hago).

 

            Y en cuanto a qué piensa la gente vasca sobre el serial de comunicados y sobre el final de ETA en cuanto tal, es difícil decirlo con seguridad absoluta; no es lo mismo verlo desde un  barrio obrero de Vitoria o San Sebastián que desde otro de la costa vasca, pongo por caso. Entonces, las generalizaciones son equívocas. Supongo que a la gente que acudió a la última manifestación en Bilbao por los “derechos” de los presos, – perdón, que para muchos era por los derechos y libertades democráticos en cuanto tal -, también la serie de comunicados de ETA tendrá su cosa.

 

            Yo estoy aprendiendo a leer entre líneas y eufemismos, y ya veo que lo que significan, no es exactamente lo que dicen; y lo que adelantan que quizá harían, si lo ven conveniente, es que lo están haciendo ya y por necesidad. Muy complicado, la verdad. Pero conozco verdaderos exégetas del tema.

 

            Lo que sí queda claro es que ETA, – las personas de ETA -, hablan ya como un grupo político democrático más. ¡Qué barbaridad! Y cuentan con que los demás les demos cancha y mesa para iniciar un amplio proceso de diálogo en “todo el territorio vasco” con todos agentes sociales y todos los ciudadanos que deseen consolidar la paz  y defender lo que se pacte en “Euskal Herria” con “una sola voz y con firmeza” en Madrid y en París. ¡Qué barbaridad, con ellos en medio!

 

 

            Esto de que alguien, ETA, se presente y hable como un sujeto político democrático, después de matar a 900 personas, y sin pasar por las urnas de la soberanía popular, es infumable. Lo digo por si alguien se lo quiere recordar. Y no me parece menos exigible quedarse fuera de la representación política democrática quienes hayan sido condenados por delitos de sangre. No es mucho pedir. Es el mínimo político de la decencia personal. Una cosa es el acercamiento de los presos y los beneficios penitenciarios que les correspondan – lo veo justo-, y otra muy distinta no tener deberes de justicia para con nadie. Los tienen y nos los deben.

 

J. Ignacio Calleja

Vitoria-Gasteiz

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Sobre la vida social justa, sin dogmas

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