La Iglesia no puede elegir pastoralmente los significados de algo con su exclusiva medida de fe. Pensando todo como mediación evangelizadora del Reino, – por ejemplo, las beatificaciones de Tarragona -, es imposible abstraer los caminos de la fe de su significado social. El fruto evangelizador que se saca de esto, – según mi conciencia y consciencia -, es muy deficiente. Yo no tengo un familiar entre ellos, – creo -, pero tampoco es esto lo que desearía para él, y menos ahora y así. Preferiría sacrificar esa memoria justa a los fines superiores de la evangelización de una sociedad tan crispada como la española. Yo creo que el Evangelio va por otro
lado. Y la Iglesia española más conocida tampoco está para reclamar que se le interprete sólo religiosamente en este acto de beatificaciones. Cada uno es hijo de su trayectoria vital, y mártires, unos, víctimas tantos otros, es imposible librar esta celebración de su significado también social y político. No la comparto.