La entrevista a D. Manuel Romera en El día menos pensado (15 de Febrero)
Ufff!
Cuando esta mañana de viernes yo escuchaba en RNE, El día menos pensado, una entrevista a D. Manuel Romera, Director del sector financiero del I.E. Business School, a la sazón, un joven economista y profesor con un currículum notable, y en relación al respeto económico que el Mercado exige de todos, y primero de los Estados, reconozco que me ha caído como una ducha de agua fría. Pero no la opinión en sí, algo propio de un joven profesional de la economía que se decanta con sus razones por el liberalismo social y económico a rajatabla; no es eso lo que me sorprende, sino la convicción con que se refería a lo que Mercado dicta en cuanto a los ingresos de los profesionales de alto nivel, y esto como algo inapelable y natural. Sólo le ha faltado decirnos, y “dejen de decir ch…”.
Porque esta era la cuestión; si el que fue ministro del interior con Aznar, Ángel Acebes, y ejerciendo como consejero actualmente de Iberdrola – (creo que esta era la empresa, en la que cobra por ese “trabajo” 200.000 euros) -, tiene méritos para ello, o si lo que vale es su agenda de contactos; o más aún, si esa cantidad es desmesurada en cualquier caso. Y entonces, viene la entrevista a Manuel Romera, quien zanja el debate con toda claridad: eso es lo que paga el mercado por ese trabajo o función, y no hay más que hablar; es el Estado el que crea problemas interviniendo en los precios que el mercado dicta; el Sr. Acebes trabaja a precios de mercado. Y punto.
No me caigo de un guindo esta tarde, ni me ofusco negando que eso es así, como dice Manuel Romera; lo que me sorprende es que estos profesores no tienen preguntas sobre el mercado y la libertad real con que este funciona, – no por intervención baldía del Estado, sino también por el control incontrolable de la propiedad, los lobbys de poder, y las mil y una falsificaciones del mercado libre a manos de grupos de capital a los que sirven millares de “acebes”. Hablan como si nada de esto existiera, o como si no lo conocieran mejor que yo. Y por supuesto, preguntarse sobre esos ingresos de los grupos económicos dirigentes, – por mor del mercado, por supuesto -, ni por asomo; es que las preguntas éticas no existen; yo no digo que sean peores personas que nosotros, sino que la ética social no existe para ellos; para ellos es algo increíble, – parece -, que se nos ocurra semejante valoración; el mercado se postula como realidad instrumental razonablemente perfecta, y, en todo caso, “es lo que hay”, y su respeto se sacraliza como orden a respetar por todos y a su servicio se sacan en inglés todos los títulos universitarios al caso; sus resultados económicos y su reparto de prebendas es connatural con su lógica íntima; a los demás nos toca aceptarlo, por ver si conseguimos estar arriba, – el acceso es libre -, y callar y tragar si no somos hábiles o lo que fuera que requiera contra otros menos hábiles, más débiles o con peores oportunidades. Así es la vida y el mercado es su ley. ¿Preguntas éticas? ¡Qué tontería!
Sufro. No por las personas concretas, sino por tanta ideología e intereses con el marchamo de “es lo que hay, el mercado lo dicta, qué tontería no saberlo”.
Yo no espero que estos profesionales se conviertan en “predicadores morales”, pero siquiera advertir, por ellos y por todos, que sus juicios sobre el mercado son relativos a una situación de extrema desigualdad social dada, que estiman difícil de cambiar, y en todo caso, no son ellos los que lo van a intentar; no les conviene, ni creen fácil mejorarla.
Y casualmente, hoy, este testimonio: “La burbuja de la excelencia crecía sin que apenas nadie temiera su estallido. Las nuevas universidades públicas (y, poco a poco, también las menos nuevas) imitaban a las privadas en todo lo imitable y el fin último de la vida universitaria era converger con la empresa, haciendo de la enseñanza superior una actividad económicamente competitiva, orientada a formar los profesionales demandados por el mercado, y a hacerlo con toda la flexibilidad exigida por éste (a veces con un delicado complemento de confitería humanística)… El hecho decisivo se silencia con el mayor pudor: la burguesía española posee un desinterés congénito por todo lo que sean estudios sin aprovechamiento económico o ideológico contante y sonante…Reclamar que la Universidad sea socialmente rentable es el primer paso para desprenderse del adverbio de modo y conservar el resto de la frase… (Antonio Valdecantos es catedrático de Filosofía de la Universidad Carlos III de Madrid. Edita el blog El paseante airado. Cfr., El País 16 de Febrero 2013).